Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
El miércoles se cumplen 45 años de la aprobación de la Constitución. La sociedad española ha cambiado mucho en casi medio siglo. Sin embargo, la Constitución no se ha modificado en este tiempo para adaptarse a los cambios sociales. En consecuencia, muchos de sus contenidos han quedado obsoletos. En cualquier lugar del mundo las constituciones se modifican periódicamente; en España, no. La nuestra sólo ha tenido dos pequeños modificaciones, impuestas por la Unión Europea y tramitadas por el procedimiento de urgencia, sin un debate público. En la XIV legislatura (2019-2023) se han planteado dos reformas de la Constitución. Eran reformas puntuales en relación a los aforamientos y a las personas con discapacidad pero se trataba de ir creando una cultura de reforma constitucional. Pronto se comprobó que sobre los aforamientos no era posible el acuerdo. Sin embargo, parecía fácil en relación al artículo 49, dedicado a las personas con discapacidad. ¿Quién iba a oponerse a que la Constitución eliminara el término “disminuidos” o superar la concepción médico-rehabilitadora por otra reconocedora de derechos en relación a las personas con discapacidad? No obstante, ha transcurrido la legislatura sin que se haya podido aprobar esa mínima reforma constitucional. Los problemas no son de contenido sino vinculados a una absurda obsesión por impedir cualquier acuerdo, vaya a ser que el Gobierno se apunte el tanto.
En cualquier caso, con todas sus limitaciones y achaques, por primera vez en nuestra historia, una Constitución ha regulado durante decenios la organización política de la sociedad. Esto ha sido así porque, pese a sus defectos, ha prevalecido su carácter integrador, su capacidad para incluir a todos, cualquiera que sea su ideología. En ese sentido, lo realmente importante de la Constitución de 1978 es su espíritu, fruto de la transición. Es un texto en el que todos pueden sentirse concernidos y cualquier planteamiento resulta respetable.
Ese espíritu integrador de la Constitución es lo que parece en declive en estos tiempos cuando un sector de la ciudadanía insulta a otro por pensar de forma diferente o lanza soflamas en lugar de debatir con argumentos. En el Congreso está colgado el cuadro de Genovés El abrazo, símbolo de la transición. Es un encuentro entre quienes vienen de lugares distintos. Se equivocan quienes lo utilizan para oponerse a la amnistía de los encausados por el proceso independentista catalán. El abrazo de la Constitución no fue entre los que pensaban igual sino entre los que nunca podrían ponerse de acuerdo pero fueron capaces de hablar y de comprenderse.
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