Nos falta Woody

La ciudad y los días

18 de agosto 2024 - 03:10

Escuchando las grabaciones de entre 1937 y 1946 de Billie Holiday con Lester Young me dio un ataque de nostalgia por las películas de Woody Allen. Nos falta Woody a quienes convivimos con él hace más de medio siglo, desde que lo descubrimos allá por 1965 y 1968 interpretando al reprimido existencialista Víctor en ¿Qué tal gatita? y a Jimmy Bond en Casino Royale, desde que lo redescubrimos en su plenitud cómica en 1969 interpretando al neurótico y torpe delincuente de Toma el dinero y corre y desde que lo volvimos a redescubrir en 1977 y 1979 cuando dio los prodigiosos saltos de Annie Hall y Manhattan.

Nos falta una música de jazz con sonido de disco de pizarra mientras aparecen unos títulos de crédito en letras blancas sobre fondo negro. Nos falta esa media luz de la vida que para mí es la que más se acerca a las medias luces de nuestras vidas. Nos falta esa ironía cruel y tierna, esa auto caricatura que lo entroncan con la gran tradición del humor judío que Jeremy Dauber estudió en El humor judío. Una historia seria (Acantilado) en la que une a Allen con Sholem Aleichem, Isaac Babel, Kafka, los Marx, Philip Roth o Mel Brooks. A los que añado a Isaac Bashevis Singer, al que Allen se acerca en la extraordinaria Delitos y faltas que me hace añorar que nunca hubiera adaptado Sombras sobre el Hudson de Singer.

Tenemos sus películas. Pero ya no una nueva cada año. Como si hubiese muerto. Es conocida la anécdota del entierro de Lubitsch, fallecido en plenitud creativa a los 55 años. Volviendo del sepelio Billy Wilder le comentó a William Wyler: “Se acabó Lubitsch”. Y éste replicó: “Peor aún: se acabaron las películas de Lubitsch”. El caso de Allen es más triste porque está vivo, pero se han acabado sus películas. En los últimos siete años solo ha podido rodar tres, dos de ellas en Europa, y carece de distribución en Estados Unidos, absuelto por la justicia, pero condenado por los medios y la sociedad neopuritana de la corrección política y la cancelación. Ha sido víctima de una caza de brujas tan feroz como la del senador McCarthy, que ha acabado con su carrera como aquella hizo con la de tantos directores, guionistas y actores incluidos en la lista negra. Paradojas de la vida: la única vez que, tras pasarse a la dirección, Woody trabajó en una película no dirigida por él fue en La tapadera de Ritt, una denuncia de la caza de brujas.

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