Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
Tal como lo leen. Las “dificultades” que la derecha de Granada sigue teniendo con Federico García Lorca, 88 años después de su asesinato, quedaron el pasado sábado meridianamente claras, en el homenaje que anualmente rinde la Diputación provincial al poeta de Fuente Vaqueros en el aniversario del cobarde crimen.
Fue en el parque que lleva el nombre del poeta en Alfacar, en el paraje donde la tierra aún esconde sus restos, junto con los de los centenares de hombres, mujeres, y este año también hemos sabido que niños, asesinados por los fascistas granadinos en los primeros meses después del golpe de estado, donde la corporación provincial, gobernada con mayoría absoluta por el PP, programó una obra de teatro, denominada Federico en carne viva, de José Moreno Arias, al final de la cual García Lorca se suicida. No es asesinado por “rojo y por maricón” y arrojado a una fosa indeterminada, junto al maestro de Pulianas, Dióscoro Galindo, y los banderilleros anarquistas, Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. En la obra encargada por la Diputación de Granada, custodia de buena parte del patrimonio lorquiano, Federico se quita la vida arrojándose a un pozo después de decirle al respetable: “¡No me busquéis!”… ¡Con un par!
Es cierto que en cualquier creación teatral hay y debe haber un amplio margen para la libertad creadora, pero no lo es menos que una obra encargada para homenajear al poeta, en el aniversario de su asesinato, no puede tener semejante final, absolutamente antimemorialista.
Paralelamente y a tan solo unos centenares de metros, en la Fosa número 1 de todas las excavadas hasta ahora por el equipo de la UGR, comandado por Francisco Carrión, se ponía en escena la obra Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva, de la creadora y actriz María San Miguel y su compañía Proyecto 43-2, fruto de la colaboración con el equipo que trabaja en la recuperación de restos de represaliados del franquismo en las fosas de Víznar. Los cerca de quinientos espectadores que asistieron a la representación abandonaron la fosa absolutamente sobrecogidos por la autenticidad de la obra y con la emoción a flor de piel.
Entre el Federico del PP que acabó suicidándose y el Federico de la Fosa número 1, más que unos centenares de metros media un abismo, el abismo de la mala conciencia del que algunos son incapaces de liberarse y para el que no dudan en escudarse en creaciones tan peligrosas para la verdad, como esa obra que no deja de ser un auténtico insulto a la memoria disfrazada de teatro.
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