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Dijo Tarradellas, añorado por su seny y señorío, que «en política se puede hacer de todo menos el ridículo». Si presenciara el vodevil que sufrimos comprobaría que es casi lo único que se practica en estos tiempos. Y si resulta patético caer en el ridículo, más estrafalario aún es serlo. Porque entre ser y parecer hay suficiente diferencia como para otorgar el beneficio de la duda a quien un día resulta risible. Por pura generosidad esperamos que el denigrante espectáculo sólo sea un accidente y no una manifestación indubitable de la inanidad intelectual que le sospechábamos.
A la izquierda multicultural, plurinacional, transversal y progresista que se tiene por el amo de la pista, le ha dado ahora por no felicitar la Navidad. Es más, evita la misma palabra, vayamos a que sufra un síncope por pronunciarla. Imagino que el año que viene al Gordo de Navidad, entre lo de gordo y lo de Navidad, lo renombrarán por decreto como Gran Retribución Sostenible del Solsticio de Invierno. Y es que son tan previsibles, irrisorios y grotescos que sus propuestas modernizadoras oscilan entre la cursilería de felicitar las fiestas, como si no se conmemorara nada concreto y el delirio de celebrar el solsticio de invierno. Algo que, por si no lo saben, les recuerdo por pura caridad cristiana, que los últimos que lo promovieron fueron los nazis. Tanto que a partir de 1938 prohibieron villancicos y representaciones navideñas y la Navidad fue oficialmente abolida durante la guerra para ser sustituida por la Julfest. Un invento pagano que se sacaron de la manga con el bracito en alto. Les daría miedo y grima que el Niño Dios naciera en Belén de Judá.
Lo más divertido es que dicen que lo hacen así por respeto a otras culturas y religiones a las que sí felicitan en sus celebraciones utilizando el nombre concreto de las mismas. Pura hipocresía. Aparte de que no sé cómo se puede respetar otra cultura negando la propia. Porque les guste o no, Occidente es cristiano. Desde hace dos milenios. Y eso no se diluye con un rato de progresismo ecosostenible de saldo y tara. La nueva izquierda española proclama su laicidad, pero sólo es anticristiana. Si fueran laicos, el fenómeno religioso les resultaría indiferente. Yo creo, viendo los mode los políticos por los que abogan, las dictaduras que añoran y el dolor que causaron, que lo que les molesta es lo que a nosotros nos da la vida: que el nacimiento de Dios sea un anuncio de Paz a los hombres de buena voluntad.
Que el Niño Dios les colme de Paz y Bien. Feliz Navidad.
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