La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
A estas alturas ya nadie duda de que el metro en Granada es un éxito y una apuesta de futuro. Éxito por el número de personas que lo usan, que garantiza su rentabilidad y continuidad. Apuesta de futuro porque, ese mismo motivo, supone una reducción importante del tráfico rodado y la necesaria repercusión en la calidad del aire de la ciudad y la mejoría de la salud de quienes en ella vivimos.
Todo eso, después de muchos meses, polémicas y balances. Porque cuando el metro sólo era un proyecto de la Junta de Andalucia para el futuro de Granada hubo quienes lo criticaron, menospreciaron y boicotearon. Quien más empeño puso en esto último, el boicot descarado al proyecto, fue el ayuntamiento de la ciudad, entonces gobernado con mayoría absoluta por el Partido Popular. Muchos años de retraso sobre el tiempo inicial de obras, muchos millones de incremento en el presupuesto y muchos y graves inconvenientes para los vecinos y vecinas de las calles afectadas por las obras dan fe de ese boicot.
Ahora, cuando los datos de uso hablan a las claras de cómo de beneficiosa es esta infraestructura para la ciudad y para el área metropolitana (y este aspecto no puede ser obviado en la polémica actual) ahora es cuando el mismo PP, que hace unos años ponía palos en las ruedas del proyecto del metro, se quiere convertir en el máximo valedor de la ampliación, sin encomendarse a ayuntamientos implicados ni a vecinos afectados, capitaneando un proyecto sin duda mejorable y, desde luego, opinable.
A pesar de que cuenta con el peso de la institución y el apoyo de muchos medios de comunicación, a pesar de ello, la ciudadanía no se va a dejar engañar. Vestir de polémica lo que solo es oposición o de consenso lo que es imposición no es una buena estrategia. Pensar que subirse al carro del éxito del metro puede ser una magnífica carta de presentación para una hipotética candidata a la alcaldía y que nadie va a reparar en ello es, cuando menos, una ingenuidad. Y no están los tiempos para tanta tontería, con la que está cayendo, sea en forma de pandemia mundial, de guerra estratégica o de inflación.
Granada no puede permitirse seguir perdiendo trenes o metros que la lleven a donde se merece estar: ser una ciudad referente en la ciencia, en la cultura, en la salud, en el turismo. Y ese futuro depende de que sepamos construirlo tejiendo alianzas, no embates estériles.
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