La colmena
Magdalena Trillo
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El pasado nunca vuelve. Ni como parodia, ni como drama, ni como sainete. De modo que la amenaza nuclear del señor Putin, en respuesta a las concesiones balísticas de míster Biden, no parece que vaya a sumir al mundo en una nueva Guerra Fría. Para eso tendrían que existir dos bloques de cierta homogeneidad; cosa que, de momento, no ocurre. Con mayor exactitud, podríamos afirmar lo contrario. El mundo quizá se halle en un periodo de disgregación, en el que el peso económico de China es un factor determinante. Decía Hobsbawm que a los historiadores del futuro les resultaría tan difícil comprender la Guerra Fría como la caza de brujas en los siglos XV y XVI. Otro día, si les parece, hablaremos de las similitudes estructurales entre la forma de cancelación actual y el viejo proceder del Santo Oficio. Ahora me conformo con preguntar si la población actual, y no los historiadores venideros, comprende –comprendemos–, lo que nos está pasando.
Cuando escribo esto, Ucrania acaba de lanzar su primer misil de largo alcance sobre territorio ruso. Según la nueva doctrina nuclear arbitrada por Putin, este hecho facultaría al Gobierno ruso para responder con armamento atómico –lo cual esperemos que no ocurra–. La nueva disposición atómica del Kremlin parece orientada a compensar lo dispuesto por Biden antes de su marcha. Y orientada, por tanto, a la probable negociación que se aproxima bajo el impulso del señor Trump. Seguramente, el señor Trump se halle más interesado en ganarle la carrera económica a China (que acaba de inaugurar puerto en Perú), que en ayudar a sus primos del Viejo Mundo. ¿Es ese uno de los motivos por los que el electorado le votó? No es descartable. La carrera espacial, en cualquier caso, parece que la va a ganar el señor Musk, que ya promueve su propia tecnología, Space X, en detrimento de la NASA. Conviene recordar, por otro lado, que el Europe first de Roosvelt, como estrategia bélica de la II Guerra Mundial, vino precedido de un periodo de neutralidad durante el conflicto. A esa neutralidad, America first, se inclina presumiblemente la futura política del señor Trump. Una neutralidad (o una querencia aislacionista) que, por supuesto, no es invención suya, sino que es un hecho recurrente en la política exterior estadounidense.
Pensando con racionalidad, el peor parado en un conflicto nuclear sería la propia Rusia. El uno contra todos tiene sus limitaciones. Pero, claro, la racionalidad no siempre es un factor determinante. Tampoco parece serlo Europa; siendo, como es, en este drama, la víctima y el escenario.
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