Gais orgullosos

01 de julio 2024 - 03:08

En ánforas griegas de hace 2500 años, figuran dibujadas escenas de homosexualidad masculina. Si hacemos caso de Ortega y Gasset, deslumbrado, quizá, por los Diálogos platónicos: “Platón (y muchos atenienses), inversamente a nosotros, no entendía muy bien lo que pudiera ser un amor de hombre a mujer”. En el diálogo Cármides, el antagonista de Sócrates, Cármides, es un efebo que sólo tiene 14 años. Guapísimo, además de muy inteligente, entra en la palestra –el gimnasio sólo para hombres–, donde enamora a los chicos de su edad y a los hombres maduros. Sócrates comenta que, al pasar, todos lo contemplan como se contempla una estatua. Su presencia da motivo a una escena extraordinariamente graciosa –como del cine mudo–, pues cada uno de los que estaban sentados en un banco se apresuró a empujar a su vecino con todas sus fuerzas, para hacer sitio al recién llegado, de tal manera que de los que ocupaban las extremidades del banco, uno tuvo que saltar de su sitio y el otro, menos listo, cayó de costado. Sócrates también sucumbe a los encantos del adolescente: “Entonces”, comenta el maestro, “por la entreabierta túnica de Cármides, atisbé una nueva belleza que inflamó mis sentidos”. Prefiero la ironía y la inteligencia de Platón, a la hora de mostrar y de ‘normalizar’ las relaciones homosexuales, de las que sin duda se sentía orgulloso, al barullo hortera de seres musculados, bailando enloquecidos sobre los techos de los autobuses, maquillados, repellados, emplumados, alienados, ‘emplataformados’. El mismo barullo, la misma ansia de gozo interminable e insostenible que, tras la pandemia, agita a nuestra sociedad. Habría que preguntarles a las parejas homosexuales, sin fuerzas para escalar la baca de un autobús, sin dinero para ir a un gimnasio o con el pudor suficiente como para no hacer el ridículo y ponérselo fácil a la brutalidad homofóbica, si sintonizan con estos excesos histriónicos. Perseguidos, marginados, agredidos por su condición, durante años, pienso que estos homosexuales de a pie se tienen que sentir poco representados por esa explosión de purpurina y atrezzo de guardarropía. Que ser homosexual, hoy, en España, todavía no es un camino de rosas. Lorca manifestó su miedo a la homofobia en este verso: “¡Mira que nos acechan todavía!”. Entonces y ahora, la bestia sigue al acecho.

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