Érase una vez
Agustín Martínez
Presupuestos?‘destroyer’ para Granada
Estoy seguro que la inmensa mayoría de la sociedad está escandalizada como yo con el caso de Gisèle Pélicot, que fue violada en numerosas ocasiones, entre 2011 y 2020, por decenas de hombres con los que su marido había contactado para ello en una práctica de la que ella no era consciente, al estar bajo los efectos de ansiolíticos suministrados por su marido.
El juicio está siendo público por la decisión valiente de Giséle que ha pedido expresamente eso, para que la sociedad pueda conocer el rostro y la identidad de los 50 acusados; esto expresa una gran determinación por parte de ella, siendo una iniciativa que debe ser apoyada y aplaudida.
Los presuntos violadores son personas con una vida y profesión corrientes y similares a las de cualquier hombre de la sociedad actual, lo que puede expresar y hacer que nos preguntemos si hay una base proclive a la realización de actos tan execrables como estos.
¿Qué clase de valores puede tener cualquiera de los acusados para considerar que se puede violar a una mujer bajo el influjo de sustancias que anulan su voluntad? Este caso, y el consiguiente juicio público, nos pone de manifiesto que estas actitudes monstruosas pueden anidar en hogares al lado de los nuestros y con vecinos nuestros.
Evidentemente no quiero decir que estos lamentables actos los pueda hacer cualquier persona; sin embargo si que es para reflexionar qué es lo que puede estar fallando para que personas que aparentemente llevan una vida normalizada tengan una carencia de valores tan enorme, como para haber podido participar de estas violaciones acordándolas con el marido de la víctima y asumiendo que este sujeto tendría derecho de poder disponer del cuerpo de su esposa.
Estoy con Gisèle Pélicot y me solidarizo con ella porque, aunque soy consciente de lo difícil que es ponerse en su lugar, trato de empatizar con ella. Sobre todo, aplaudo y felicito su valentía para denunciar y dar la cara haciendo que el juicio sea público y se pueda conocer la identidad de los acusados. No está siendo fácil para ella el propio juicio. Yo estoy con Giséle, como muchos y muchas. Pero algo más de lo que hacemos habrá que hacer.
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