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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Cuando salí del colegio aún había dos mapas de Europa, el físico y el político. Al parecer hoy existe uno más, el de la marihuana, que acaba de cambiar sus fronteras. Desde el pasado lunes los ciudadanos alemanes ya pueden cultivar y estar en posesión de esta droga sin salirse de la legalidad, lo que sitúa al país teutón dentro del eje del cannabis recreativo, junto a Malta y Luxemburgo. Los mayores de 18 años pueden poseer hasta 25 gramos en público y 50 en el hogar, además de tener tres plantas y unirse a clubs sociales de cultivo comunitario de cannabis sin ánimo de lucro.
El asunto no ha sido pacífico dentro del país, dividido entre los mensajes apocalípticos de la oposición democristiana y el éxtasis de los consumidores habituales, cuya cifra se estima en más de 4,5 millones de almas. Han celebrado la caída de este muro legal con una “gran fumada” nocturna en la Puerta de Brandeburgo.
El paso dado por Alemania es ya seguido de cerca por las autoridades sanitarias españolas. Pero la nueva regulación podría tener un impacto más inmediato en zonas de España que se han convertido en el jardín (trasero y feo) de Europa. La otra cara del mapa, la de los territorios suministradores. ¿Se hunde una parte del negocio si de repente hay millones de clientes que ahora pueden sembrar sus propias plantas?
En muchos de nuestros barrios y pueblos el cannabis es en un modo de vida. Hay listas de boda en las que ya no encuentras la tele o la cubertería; sino abonos, maceteros y lámparas de calor. Los invitados sufragan el porvenir de la pareja, que espera poder amueblar de maría más de una habitación.
En este clima de cierta permisividad y humor negro, triunfan series como The Gentlemen, cuyo protagonista es un duque inglés heredero de uno de esos castillos y patrimonios tan inmensos como ruinosos, que solo consigue salvar con un latifundio de marihuana bajo tierra. El tipo puede mantener su pompa aristocrática mientras se codea con la baja estofa del tráfico y el blanqueo, porque (sólo) se trata de marihuana.
Lo de la droga simpática es un trampantojo que esconde graves problemas sociales y humanos. Mafias, armas, vuelcos, violencia, jóvenes hechizados por el dinero fácil y cortes de luz. Todo bajo el paraguas de una legislación muy laxa que atrae, porque compensa. Fiscales y policías piden que se endurezcan las penas y advierten de que esto se va de madre. ¿Más cárcel o legalización? ¿De qué color pintamos nuestro mapa? Los alemanes y su experimento de los 25 gramos por cabeza pueden tener la respuesta.
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