¿Es un gran invento?

La solución no está en prohibir, sino en armonizar para que no solo ganen unos pocos mientras el resto padecemos

18 de junio 2024 - 00:00

Que el turismo es un gran invento desde los años 60, como nos recuerdan Paco Martínez Soria, José Luis López Vázquez y Antonio Ozores en la inolvidable película homónima, nadie lo duda, pero en la España del siglo XXI, aunque el turismo siga siendo la gallina de los huevos de oro, puede dejar de serlo si no se racionaliza adecuadamente.

El viajar, antaño sólo al alcance de millonarios, hoy se ha popularizado y, gracias a los precios competitivos del sector, está al alcance de casi todos los bolsillos. Este avance ha permitido que cada vez más personas puedan permitirse viajar. Y cuando nosotros somos turistas y visitamos otras ciudades y países, aplaudimos esta forma de ocio, que tanto enriquece cultural y personalmente, pero cuando son otros los que nos visitan, empiezan a molestarnos, porque masifican nuestras calles y entorpecen nuestro día a día por el centro de nuestras urbes. Pero este no es el enfoque con el que debemos abordar la cuestión, porque nosotros también somos turistas…

La masificación turística es un problema que se ha extendido por España, Europa y por los lugares más significativos del resto del mundo, pero la solución no pasa por instalar tornos, como en Venecia, sino por su racionalización en armonía con los vecinos.

Pero el turismo también provoca otros problemas, las viviendas turísticas están desplazando a los habitantes de los centros de las ciudades –que no pueden alquilar/comprar a precios elevadísimos– en beneficio de los turistas, las tiendas de souvenirs y la hostelería, provocando la gentrificación, la desaparición del comercio de proximidad y la conversión de los centros históricos en auténticos parques temáticos, y en este proceso Granada no es una excepción, que se lo pregunten a los vecinos del Albaicín y del centro.

Pero la solución no está en prohibir sino en equilibrar/armonizar, para que no sólo ganen unos pocos mientras el resto de los ciudadanos padecemos. Y pasa primeramente por implantar de una vez una tasa turística que revierta en la ciudad y compense la degradación que los turistas producen; también por fomentar el turismo de calidad con una oferta de excelencia -no de despedidas de soltero-; por permitir viviendas turísticas –porque no se puede limitar el derecho de propiedad por motivos ajenos al artículo 33 CE, al no encontrar cabida su prohibición en el concepto jurídico de “interés social”–, pero debidamente autorizadas y cumpliendo rigurosos requisitos; y además poniendo en marcha unos más que necesarios planes municipales de turismo, que armonicen todos los intereses en juego.

Mientras, el turismo no será ya un gran invento, y tampoco en Granada…

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