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Existía en la España medieval islámica un concepto de justicia que dista mucho de la que existe modernamente. Eran los fielatos o fieles de balanza de entonces, lugares a la entrada de las poblaciones en las que se pesaban las mercancías con las que se surtían los comercios y dependiendo del peso de los diferentes alimentos, muy especialmente las harinas, había que pagar alguna cantidad en concepto de impuesto. Cuando se usaba de alguna argucia para engañar y así pagar un menor impuesto y se tenía la fatalidad de ser descubierto, inmediatamente se le aplicada algún tipo de pena, tal era el caso de Granada en la que hubo una de sus puertas que adquirió especial fama por esta circunstancia que ahora relatamos.
Efectivamente, ascendiendo en esta ciudad, que fuera capital del último reino musulmán en Europa, por la conocida como ‘Cuesta de Gomérez’, desde Plaza Nueva hacia la fortaleza de la Alhambra, en medio de los bosques que rodean modernamente el citado e impresionante conjunto monumental nazarí, se levantó, en 1933, por iniciativa del arquitecto conservador de aquellos monumentos, Leopoldo Torres Balbás, una de las antiguas puertas de entrada a la vieja medina granadina, con los restos, que aún se guardaban de la que estaba, originalmente, en uno de los costados de la conocida plaza de Bibarrambla, núcleo neurálgico del comercio en época nazarí y que fue demolida por cerril voluntad política –en contra de la opinión de muchos intelectuales, como el periodista Luís Seco de Lucena, el historiador Francisco de Paula Valladar y otros miembros de la Comisión Provincial de Monumentos– en el año 1884.
Bajo esta entrada de Granada se encontraba el peso con el que se medía la harina que entraba en Granada. Su portador pagaba el correspondiente impuesto, según la cantidad de que se tratase. Se daba el caso de quienes eran descubiertos defraudando de alguna manera y se les aplicada una justicia, una sentencia inmediata, que consistía en cortarle parte o toda una de sus orejas, circunstancia que dio nombre a la puerta que fue, en adelante, ‘de Bibarrambla’ o ‘de las orejas’.
Esa suerte hubieron de tener modernamente los expresidentes socialistas de de Andalucía, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, bajo cuyos mandatos se perpetró el más grande y abultado caso de corrupción política de la era contemporánea, cuando malversaron cerca de 700 millones de euros destinados, inicialmente, para formación de obreros parados. Prefirió el PSOE de Andalucía emplearlos en encadenar voluntades y evitar la libertad de que votasen a quien quisieran, así se perpetuaban en el poder. Ahora, su amiguito Pedro Sánchez quiere borrarles sus respectivas condenas. Pero nosotros los seguiremos viendo faltándoles las dos orejas ¿O no?
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