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Decía Sun Tzu en su célebre tratado que la velocidad es la esencia de la guerra. Habría que añadir el influjo que el calor homicida tiene en las naciones irascibles cuando declaran la guerra preferiblemente en verano. La revista Science publicó hace años un estudio científico que probaba la vinculación entre las altas temperaturas y el estallido de conflictos de especial crudeza.
Tras el magnicidio en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando y de Sofía Chotek, la Gran Guerra estalló en agosto con el llamado entusiasta a la movilización y las declaraciones de guerra entre beligerantes. El 2 de agosto de 1914 Kafka anotaba su más fría entrada en su diario: “Hoy Alemania ha declarado la guerra. Por la tarde fui a nadar”. La Segunda Guerra Mundial ya se había larvado en agosto cuando el 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán invadió Polonia ajeno al chiste sobre Wagner que haría famoso a Woody Allen muchos años después. El epílogo de aquella obertura del apocalipsis tuvo lugar entre el 6 y el 9 de agosto cuando Hiroshima y Nagasaki se convirtieron en infiernos de uranio y plutonio.
Más cercana en el tiempo, pero olvidadísima ya, fue la encarnizada segunda guerra de Chechenia entre rusos y barbados chechenos. Empezó un 26 de agosto de 1999 y su extrema sevicia alcanzaría un paroxismo de manicomio difícilmente superable. La invasión de Kuwait por Sadam Husein se inició el 2 de agosto de 1990 (dos años antes había acabado en tablas la extenuante guerra entre Irán y la propia Iraq). La matanza de civiles en el Merkale en el sitio de Sarajevo (43 muertos y 75 heridos) tuvo lugar otro 26 de agosto de 1995 y propició el fin de la guerra en Bosnia con el bombardeo de la OTAN sobre posiciones serbias.
La guerra de ofuscación sobre Gaza, con su inaceptable escombrera de muertos, vuelve a bifurcarse hacia el Líbano, lo que nos retrotrae, por asociación, al triturado Beirut de aquella larguísima y multifacética guerra civil de 1975 a 1990. En Ucrania el conflicto se recrudece a merced de los veranos . En la parte del mundo que habitamos no percibimos la importancia histórica que tiene el hecho insólito de que el ejército ucraniano haya traspasado las fronteras de Rusia. Pese a la guerra de drones, el uso de móviles y los ciberataques, esta guerra causa asombro por lo que tiene de guerra analógica de toda la vida. Dada su inagotable reserva de carne, el ejército ruso sigue usando la táctica anticuada del ataque frontal frente a la audacia de los ucranianos. La guerra sigue haciendo su agosto mientras el general invierno tarda aún en llegar.
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