¡Hay que ser imbéciles!

02 de octubre 2024 - 03:06

Apropósito de impedir la presencia del rey de España en tierras mexicanas: todo cuanto tiene que ver con la verdad, como es fácil observar, es susceptible de ser manipulado y hasta falseado en interés de unos u otros. Sin embargo, sobre esto mismo, era opinión de Miguel de Cervantes, por boca de Don Quijote, que “la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”. Sí, la verdad es, en sí misma, una realidad inmutable, que puede parecer diferente, según el punto de vista desde el que se la mire. Pero las cosas acontecidas, a no ser que se las impregne, interesadamente, de fábulas, de chismes, de invenciones, leyendas y otras falsedades, resplandece siempre a la postre, supera los tiempos, arrincona a los embusteros y se acaba mostrando a los inteligentes en toda su desnudez, certeza y autenticidad.

Dijo don Antonio Machado que “la verdad es lo que es y sigue siendo verdad, aunque se diga al revés”. Pero la historia de los seres humanos, en demasiadas ocasiones, puede ser, también, tergiversada, arma que avergüence y que humille, incluso. De ahí las leyendas vergonzantes que enaltecen, injustificadamente, a héroes que nunca fueron y hunden en el oprobio y la vergüenza, sin razón ni justificación, a aquellos que, simplemente y por ejemplo, tuvieron la mala suerte de que el relato de sus vidas y sus hechos cayesen en manos de rufianes que les negasen el derecho de acceder a los templos de la fama y del honor.

Por eso todos sabemos que existe esa otra “historia”, forzada y absolutamente inventada que se cimenta en inconfesables y obscuros intereses. Es la falsa historia que se levanta sobre la maledicencia y la difamación. De esa historia, desgraciadamente, sabemos bien los españoles cuando se nos ha querido retratar por algunos farsantes de veraz relato, tanto británicos como holandeses, que han relatado desde la cruel mentira la presencia y los hechos de nuestro imperio español –sólo comparable al de Roma– en los tiempos del descubrimiento y la colonización del continente americano y otros lejanos lugares del globo terrestre.

Muchos torpes personajes, gobernantes populistas hispano americanos –hoy muy de moda, lamentablemente, para desgracia de los pueblos que mal dirigen y desgobiernan– desprovistos de sólidas culturas y verdaderos conocimientos, se arrogan la indecencia de enjuiciar en la distancia falsos sumarios que pretenden presentar como verdad, cuando realmente sólo son recalcitrantes e interesadas falsedades. Enjuician, además, en el idioma que aprendieron del reo que ahora sentencian y al que, estúpidamente, siguen llamando “Madre Patria”. ¡Hay que ser imbéciles! ¿O no?

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