Historia de una estatua

Es difícil explica ciertas arbitrariedades de la memoria que influyen en el modo en que los hombres públicos son recordados. Ahora que Miguel Moreno el escultor ha donado a la Universidad doce grandes esculturas hechas por él, les voy a contar la historia de una estatua que también realizó este artista y que hoy se encuentra acumulando polvo y cagadas de rata en un deplorable almacén municipal. Es la de Antonio Gallego Burín, un alcalde que reconstruyó Granada y que creó el Festival Internacional de Música y Danza que aquí se celebra desde hace 74 años. El lunes pasado, la consejera de Cultura de la Junta, que intervino en la presentación de este festival en el Carmen de los Mártires y habló de sus primeros años, ni siquiera lo mencionó, aunque no me extraña que la pobre no lo supiera debido al nivel de estos políticos que confunden a menudo la intervención en un acto cultural con un mitin. Gallego Burín, por supuesto con sus correspondientes sombras, pero quién no las tiene, era un intelectual que diseñó Granada, pero cometió el error de… ¡ser alcalde en los tiempos de Franco! Y ya con muchos años criando malvas, la izquierda no solo quiere hacer el silencio sobre él, sino que el ensañamiento que imprime sobre su memoria llega a los extremos de querer borrar todo lo que aquel hombre hizo por su ciudad.

Pero sigamos. Miguel Moreno hizo una bonita escultura con la figura de Gallego Burín porque se la encargó el Ayuntamiento gobernado por Gabriel Díaz Berbel. La escultura, que ya fue abonada en gran parte al artista, iba a ser colocada en su lugar céntrico de la capital, pero se celebraron elecciones y el nuevo regidor, el socialista José Moratalla (en la etapa del famoso tripartito) decidió aplazar su colocación. El escultor mantuvo durante muchos años la escultura en su estudio de Santa Fe. Al llegar Torres Hurtado (PP) a la alcaldía en 2003, se retomó la idea de colocar la estatua en una plaza de la ciudad. Incluso se quiso celebrar una especie de consulta popular para ver qué plaza era la adecuada para su instalación. La reacción de la izquierda fue tal que acojonó a la derecha acomplejada de entonces y la estatua volvió a sumirse en el sueño perpetuo del bronce y de los días, que diría el poeta. Si el creador del festival de música en vez de Gallego Burín hubiese sido el socialista Fernando de los Ríos, un poner, en vez de una habría cien estatuas de él en Granada.

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