12 de agosto 2024 - 03:07

Ahora soy yo el que se planta y os dice, sufridos lectores: “no toca”. Si estabais esperando que hablara de la ola de calor extremo, vais dados. Aquí con mi ventilador de los chinos (7 euros), enchufado al portátil, paso de la ‘climatología’. Puede ser que a vosotros os incomode que, en plan maestro de escuela, os diga que los héroes, hoy en día, son muy difíciles de construir y que, además, duran poquísimo en el imaginario colectivo de la gente, pero me tendréis que aguantar la chapa, si us plau, porque soy daltónico para los héroes construidos a golpe de reporteros intrépidos, jugando al pilla pilla por las calles de Barcelona con un señor que no se sabe si lo que busca es la independencia o una barbería. No estoy dispuesto a extasiarme nada más que ante héroes homéricos cincelados a golpe de hexámetros o de endecasílabos heroicos. Descarto el verso alejandrino de Berceo, porque no me gusta nada que lo emplee en los Milagros de Nuestra Señora (siglo XIII) para mostrar a una Virgen gloriosa, vengativa y cruel, retorciéndole el pescuezo como a un pollo a Siagrio, el sucesor de San Ildefonso en la diócesis toledana, por un quítame allá esa casulla. Por eso y por vacilón: por decir que sus versos de clérigo eran mejores que los de los juglares.

No toca, tampoco, que comente el veranillo mallorquín de la familia real. Ya sé que eso me aportaría algún lector engatusado por la lozanía y el andar firme y marcial de la heredera. Pero le he cogido rabia a esta niña, marioneta de su madre, desde que la veo marcando el paso y pasando, en un bizarro ejercicio de transformismo, de la academia militar a las pasarelas cibeles de la realeza: Congreso de los diputados, Juegos Olímpicos, eventos y premios varios. Y, además, como soy contrario a las guerras (que para eso me he construido a trompicones a lo largo de los años un ‘alma bella’), la carrera militar de Leonor me la refanfinfla, si no es que me molesta.

Me referiré, pues, lector –y ya puedes aconchabarte con algún mosso d’Escuadra para que te ayude a escapar de mis coñazos–, más bien a No quiero, el inmenso poema contra la guerra de Ángela Figueras, porque desprecio y maldigo a los que viven de vender armas y a los que las utilizan para reventar seres humanos; y porque ese poema era el preferido de mi mujer, una persona de paz, donde las hubo. Es lo que toca.

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