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Los errores en la gestión política se pueden disculpar si se pide perdón con sinceridad y se rectifican para el futuro. La negligencia es más difícil de aceptar cuando hablamos de una tragedia que podría haberse paliado con una actuación distinta de los gobernantes. La insensibilidad, en cambio, es imperdonable. No hay perdón para Mazón.
El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, ya tenía que estar en su casa. No ya por sus gravísimos fallos ante la DANA, como la tardanza en desplegar las medidas de prevención de la catástrofe e incluso del plan de alerta a la población por los teléfonos móviles. No sólo por su desidia irresponsable frente al mayor problema de su vida política. Sobre todo, por su deleznable –y objetivamente malvada– elección de prioridades.
Gobernar es elegir. Mientras el temporal arreciaba, las aguas se desbordaban y la muerte, la desolación, el caos y la ruina se anunciaban inminentes, Mazón almorzaba y departía largamente con una periodista, retrasando su llegada al único sitio donde debía estar: en la reunión del comité de emergencia. Al frente de la crisis.
Lo peor es el motivo de la comida y la sobremesa: ofrecerle a la comunicadora la dirección de la televisión autonómica (por cierto, ella la rechazó). La comunidad se estaba yendo a la mierda y su presidente se preocupaba por controlar la televisión y ni se le ocurrió posponer unos días el aumento de su control del medio público para atender la vida en peligro de sus conciudadanos. Por eso hablo de insensibilidad y malversación de las prioridades.
Por casualidad, o no, la DANA produjo un espectáculo semejante en el otro bando: se suspendieron en señal de luto todas las actividades del Congreso de los Diputados excepto la votación sobre una reforma para garantizarse el control del PSOE, sus socios y aliados sobre RTVE, que los propios beneficiarios se negaron a aplazar. Insensibilidad imperdonable, la misma que Mazón.
Y con la misma motivación: dar relevancia y priorizar asuntos que interesan muchísimo a los políticos y absolutamente nada a la gente corriente y poner en segundo plano o relegar las cosas que importan mucho a la gente corriente, como perder su casa, sus bienes, quizás la vida. Luego se quejan de la antipolítica que crece imparable entre los desamparados, los decepcionados y los olvidados.
Mazón se queda y Ribera quiere irse. Dos desentendidos. Lo veremos mañana.
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