En tránsito
Eduardo Jordá
Linternas de calabaza
Los nuevos tiempos
Comienza a circular la pregunta de por qué la gente pretendidamente inclusiva excluye a los que discrepan de su visión de las cosas. Convierte esta actitud al inclusivo en justo lo contrario de lo que propugna pues elimina de partida al que discrepa de su punto de vista.
Parece un juego de palabras inocuo pero para nada es así. Resulta que si un amigo dice que a un viaje se apuntan seis personas y yo le digo que tengo solo cuatro plazas libres en el coche sería algo así como un excluyente obligando a mi amigo a seleccionar quien viene a la salida en mi coche. Igual mi amigo hasta se enfada por obligarle a seleccionar entre sus preferencias amistosas. Pero esa ya sería otra cuestión. Creo que mi amigo inclusivo ya me tendría puesto el anatema y a la próxima salida ni me avisa. En el fondo el problema es que yo no tengo una furgoneta. Va a ser eso.
Se puede constatar tanta idiotez en algo tan consustancial a la vida como la selección por lo reducido del cupo. La realidad en definitiva.
Así, si elijo novia estoy ‘discriminando’ a otras candidatas. Pues claro. Una estará contenta y las demás igual se frustran y hasta le tienen envidia a la afortunada. Ya. Si me da por ser inclusivo soluciono. Me convierto en poliamoroso o al Islam y todas contentas. Bueno. Igual a ellas tampoco les hace gracia compartir pareja y otra vez estamos liados pero yo ya con el turbante puesto y sin probar la cerveza. Vaya engorro esto de la inclusión a ultranza.
En las oposiciones igual. Si hay cinco plazas para mil opositores pues a repartir los puestos por horas o minutos entre todos. Pero nadie llegaría a ni para pagar la luz y todos serían incluidos a oscuras en sus casas. Eso sí, yo sería muy chupi-güais y me invitarían más a las fiestas.
Hay que ponerle algo de razón al absoluto y cuestionar los nuevos dogmas. Querer incluir el cosmos con todas sus galaxias y todos los posibles marcianos que pudieran sentirse excluidos con nuestro lenguaje observante de las normas de la RAE comvierte a un montón de gente hasta ahora de lo más digna de respeto en una especie de recitadores del abecedario completo con tanta ‘a’, ‘e’ o lo que le quiera añadir si ahora se ponen también a querer mencionar a animales, cosas o hasta marcianes aunque seguramente ellos ya tienen superadas ciertas etapas de la evolución que va a ser el problema de fondo.
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