Notas al margen
David Fernández
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Vía Augusta
El añorado diputado socialista gaditano Alfonso Perales acuñó con la brillantez que le caracterizaba el término informe caritas: una suerte de traducción a la política de la frase proverbial la cara es el espejo del alma. El informe caritas que ofreció ayer Pedro Sánchez fue certero: una mueca que aspiraba a sonrisa y un rictus que expresaba máxima preocupación. En realidad ésta puede medirse por la velocidad en salir a replicar a Víctor de Aldama por parte de un político que no acostumbra a dar explicaciones: sin parangón. Pero sobre todo, es la línea argumental que desplegó para salir al paso de las graves acusaciones que hizo ayer mismo el comisionista lo que denota lo acorralado que le deja a él, al Gobierno y al PSOE: “la estrategia defensa de este personaje es la mentira”, una “inventada” –neologismo que se sacó de la manga– propia de una persona en prisión preventiva, sin credibilidad y que busca beneficios penales. (A fe que los obtuvo, porque antes de terminar el día el juez acordó excarcelarlo a petición del fiscal Anticorrupción). Argumentario cacareado por sus ministros –también de Sumar– y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, al que señaló el corruptor como perceptor de mordidas que pagaba vía Koldo García. Un coro acostumbrado a dar credibilidad a presos que tiraban de la manta sobre corruptelas pasadas del PP: Villarejo, Bárcenas...
La corrupción, el resorte que le catapultó en 2018 a La Moncloa, es la única causa que puede hacer caer a Sánchez, que ayer se cuidó mucho de decir que su “Gobierno actual es limpio”. ¿No lo fueron los anteriores? ¿Quizás cuando su hombre para todo, José Luis Ábalos, era ministro? Y el caso Koldo-Ábalos no es el único: porque las evidencias de que su esposa usaba el Gobierno como plataforma para enriquecerse se han hecho patentes. Y el juez pregunta por el certificado de matrimonio para saber si, paradojas políticas, el propio Sánchez puede ser beneficiario a título lucrativo de los delitos que se investigan si cometió Begoña Gómez.
En una semana en la que incluso ha renunciado a la milonga del muro contra la ultraderecha al pactar con ella para salvar a Teresa Ribera y ha hecho mil componendas para evitar la derrota parlamentaria, a Sánchez lo que le preocupa de verdad es a dónde llega la Justicia Anticorrupción. Por eso ni se le pasa por la mente dejar de controlar la Fiscalía General ni la Abogacía del Estado.
Enfrente, Alberto Núñez Feijóo se queda otra vez a medias: no se atreve a presentar una moción de censura sin certeza de ganarla, eludiendo la responsabilidad de sustanciar una regeneración alternativa a la podredumbre gubernamental incluso al perderla.
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