Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Hasta que no se produce la investidura no se inicia materialmente la legislatura. En las elecciones generales, la ciudadanía elige a 350 miembros del Congreso para que invistan a un presidente del Gobierno y éste forme un Gobierno que dirija la política interior y exterior. Por eso es tan importante el proceso de investidura. Y más en nuestro sistema parlamentario de Gobierno en el que se prevé la disolución automática de las Cortes si no se logra la investidura. No hay mayor fracaso político de nuestros representantes que no ser capaces de convertir el mandato de las urnas en una mayoría parlamentaria. Y ese fracaso ya se ha producido dos veces en los últimos años, tanto en 2016 como en 2019. Para el adecuado funcionamiento de nuestra forma de gobierno es fundamental que no se haya vuelto a repetir. En Alemania también existe esa posibilidad de repetición electoral. Sin embargo, nunca ha ocurrido. Se exploran todas las posibilidades y se alcanzan acuerdos, por más difíciles que sean.
A esa dinámica debemos acostumbrarnos también en España. Especialmente desde la superación del bipartidismo en 2015, los procesos de investidura han sido complejos. Para abordarlos es importante tener en cuenta varias reglas. La primera es que para formar gobierno se deberán aceptar planteamientos que no estaban en tu programa electoral sino en el de aquellos con los que alcanzas un acuerdo. El límite es si esa posición puede encajar en tu programa político. El ejemplo de la ley de amnistía ha sido claro. No estaba en el programa electoral del PSOE, que sí ha defendido la desjudicialización del conflicto catalán y los indultos, por lo que ha podido aceptar la otra medida de gracia que, junto al indulto, se ha reconocido en la tradición jurídica. La segunda regla a tener en cuenta es que no basta con acordar la investidura pues hay que tener mayoría para gobernar. Por tanto, el acuerdo debe garantizar un desarrollo de la acción de gobierno. La investidura sin mayoría, esto es, prestar unos votos para que alguien sea investido es un error. Lo comprobamos en la XII legislatura, cuando Rajoy fue investido por la abstención de diputados socialistas sin ningún tipo de acuerdo. Sin mayoría para gobernar tuvo que acudir a los vetos presupuestarios o a bloquear las iniciativas de la oposición en la Mesa del Congreso, hasta que al final se produjo la moción de censura. En definitiva, es necesario alcanzar acuerdos con grupos políticos diversos, por más difícil que sea, como se ha hecho en esta XV legislatura. Sólo así puede funcionar el sistema parlamentario de Gobierno con un parlamento fragmentado.
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