Érase una vez
Agustín Martínez
Presupuestos?‘destroyer’ para Granada
Hace unos días charlaba con un compañero, que está la plena lucha contra una grave enfermedad. Su estado de salud en estos momentos es precario y aunque se va recuperando lentamente, me contó que se encontraba con una astenia brutal y que mientras hablaba conmigo, tenía que apoyar el teléfono al lado su almohada, porque era incapaz de sostenerlo. Yo, que he trabajado con él codo con codo y que sé de su fuerte carácter, apenas si reconocía como suya, aquella voz tenue. Aunque compungido por el estado físico que denotaba aquel hilo de voz, quedé bastante impresionado por las reflexiones que me confesó. Decía: “Manuel, tú y yo hemos atendido a multitud de pacientes y aunque siempre los hemos tratado de manera cariñosa y compasiva, no hay mayor lección para un médico, que estar en el ‘otro lado’, en el de los que están convalecientes de una enfermedad. Nada como esta experiencia para valorar lo verdaderamente importante en nuestra vida. Te das cuenta de que a pesar de lo mal que te encuentras, el sol sale por la mañana, el hospital sigue funcionando sin ti, y la ciudad donde vives sigue palpitando como siempre. Yo, ahora que estoy en este estado –me decía– me doy cuenta de la inutilidad de mis cabreos en el trabajo y me arrepiento de las oportunidades perdidas para disfrutar de la vida. Valoro ahora sobremanera y echo de menos esos ratos tomando una cerveza con los amigos, o mis paseos por la ciudad junto a mi esposa, o esas siestas de invierno con el sol atenuado de la tarde que entra por la ventana de mi dormitorio. Cosas sencillas de la vida cotidiana que no valoramos suficientemente, hasta que nos faltan las fuerzas para llevarlas a cabo. Mi día a día ahora se centra en intentar recuperarme. Me despierto y estoy contento por estar vivo un día más, mi futuro se reduce a las próximas 24 horas, porque no sé realmente cuanto tiempo más estaré vivo”. Todo lo que mi compañero me contaba, corrobora lo que he vivido, cuando en algún momento de mi vida he estado enfermo, con esa impotencia que se siente al no poder realizar las actividades que llevamos a cabo rutinariamente. Decía mi madre: “Hijo, antes de tomar cualquier decisión sobre alguno de tus pacientes, recuerda ponerte en su lugar”. Y sí, realmente estar ‘al otro lado’ es una gran lección de vida.
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