
La ciudad y los días
Carlos Colón
Tontos del bote y de Harvard
Hace unos días participé en la presentación del libro de un amigo mío. Estábamos en la mesa, además del que está en la fotillo de arriba, Rosa María Mateos, María José Muñoz y Curro Roldán. El libro iba sobre quintillas y lo había escrito este último. Curro tiene una impresionante facilidad para componer estas combinaciones de cinco versos de ocho sílabas y con dos distintas consonancias. Los granadinos somos expertos en estas estrofas, pues son muchos los que todos los años participan en el concurso que organiza el Ayuntamiento con motivo del Corpus. Cuando me tocó hablar les conté al auditorio (la sala del Centro Artístico estaba abarrotada) los años en que fui miembro del jurado de las quintillas, que se convierten en carocas cuando se exponen en Bibrrambla todos los años. Estábamos en aquel jurado gente zumbona como Enrique Padial, Tico Medina, José Ladrón de Guevara, Juan García Montero, José María Guadalupe y José Luis Prats (Ozeluí), que estuvo dibujando las carocas muchos años. Y les hablé de cuando nombramos Quintillero Mayor del Reino a Ladrón de Guevara y cuando todas las reuniones las comenzábamos recitando esta quintilla genial que había compuesto un motrileño: En un lugar divino /de la costa española / se moja el culo Balduino /y se refresca el chumino / la reina Fabiola.
Estábamos en esas cuestiones cuando de pronto la conversación giró en torno a las piedras. Rosa María Mateos y Curro son geólogos de profesión. “Yo es que pinto piedras. Me encanta darle color al gris pétreo”, dijo María José Muñoz, que además de poeta y rapsoda, es pintora. Rosa María aclaró que había que decir rocas en vez de piedras, pero que se había acostumbrado a oír ese término. “Y a mí es que me hablan”, dijo Curro. De pronto entró en mí esa curiosidad de periodista. “¿Cómo que te hablan? ¿Y qué te dicen?”, le pregunté yo. “Bueno, eso depende. No es lo mismo lo que te dice un granito que una pizarra, por ejemplo. Con cada una tengo una conversación distinta”. Yo estaba maravillado con lo que decía Curro. He oído decir que hay gente que le habla a las plantas y a los animales, pero jamás a una vulgar piedra. “¡He aprendido tanto de ellas!, siguió diciendo Curro, que explicaba que en muchos de sus paseos solitarios había aprendido a entablar conversaciones con las piedras.
Perdón, rocas. “Bueno, algunas no te hablan”, dijo Curro. “¿Y eso?”, pregunté yo intrigado. “Porque son unas malafollás”, dijo el geólogo para terminar con el tema y seguir hablando de su libro. Y el público aplaudió.
También te puede interesar
La ciudad y los días
Carlos Colón
Tontos del bote y de Harvard
La esquina
José Aguilar
Sánchez ignora al Parlamento
En tránsito
Eduardo Jordá
La vida
A la sombra ?de los olmos
José Martínez Olmos
IA, salud y equidad