
La Rayuela
Lola Quero
Votar o no; ser o no ser
Dejó escrito Marco Tulio Cicerón, hace ya casi dos mil años, “Nervus belli, pecunia” (el dinero es el nervio de la guerra). Es decir, sin dinero no hay modo de oponerse o de realizar una agresión militar. Y me ha recordado esa frase, llena de verdad y de terror, la insistencia con que los líderes de la Unión Europea –a la que, como es sabido, pertenece nuestro país, España, aunque cada día con menos relevancia– vienen afirmando en los últimos días, respecto de que, tras la evidente espantada económica de los EE UU de América de la coalición militar occidental –OTAN– será necesario el gasto calculado de ochocientos mil millones de euros (¡!) en armamento militar.
Gasto gigantesco habrá de hacerse, entre todos los países que componen la mencionada sociedad militar, cuyo liderazgo acaba de abandonar el gigante americano, por decisión de su presidente, Donald Trump, quien, tras 80 años en que su país viniese encabezando y frenando el avance soviético comunista en Europa, junto a los demás países de este continente que se han ido admitiendo en el club económico y militar europeo, ha decidido suprimir cualquier suministro militar para que nuestros vecinos de Ucrania se sigan defendiendo de la invasión militar de Rusia. Es decir, Trump no piensa gastar más dinero americano en esta guerra que, aunque lejana de su país, no lo es tanto a los cimientos de la civilización occidental, que comparte.
A nuestra maltrecha economía española –hemos alcanzado, con el actual gobierno social comunista de Pedro Sánchez, una deuda externa que se acerca al billón y medio de euros, con b de barbaridad– habrá que sumar la parte proporcional que nos pueda corresponder del reparto extra de esos ochocientos mil millones de euros para ser invertidos, como nos han dicho, en tanques, balas y misiles de cabeza nuclear, además de algunas otras fruslerías que reparten muerte para defender la libertad y que ahora parecen aún más necesarias para frenar o persuadir al presidente ruso, Vladímir Putin de proseguir con su irrefrenable sueño imperialista.
A alguien le he escuchado en estos últimos días que el precio de la libertad es, suele ser muy caro. Evitar que nos coloquen un yugo opresor, como si fuésemos bueyes es, sin duda, insoslayable. Pero hacerlo así, sorpresivamente, porque los políticos europeos llevan decenios dormidos en los laureles, gastando el dinero de todos en legislar sobre los tapones de plástico, por ejemplo, mientras el Tío Sam venía pagando el grueso de estas facturas para disuadir de la guerra, ha sido, cuando menos, propio de gobernantes negligentes. Así cayó Constantinopla, ante las fuerzas imperiales otomanas, mientras sus dirigentes discutían sobre el sexo de los ángeles. A lo peor es que nosotros, también y hoy día, estamos gobernados por muchos políticos estúpidamente irresponsables ¿O no?
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