Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
En estas últimas semanas en las que, conforme pasan los días, se aprecia con mayor nitidez esa indefinición que padece el que debiera ser liderazgo de nuestro país, en el mundo de la hispanidad y crece, en medios y ambientes gubernamentales españoles, la incapacidad de afirmar y denunciar con rotundidad, que lo que está sucediendo en Venezuela no es sino la clara consecuencia de estar gobernada –ilegítimamente– por un dictador, que ante el resto del mundo ha secuestrado la voluntad mayoritaria del pueblo, riéndose, sin el menor empacho, no tengo por menos que sentir que España, la actual España, dista mucho ya de aquella nación valiente y capaz de dirigir su propio presente hacia un futuro de libertades, colectivas e individuales que la hicieron aparecer como merecido ejemplo en el mundo occidental. Hablo, naturalmente de aquella etapa de nuestra historia que se denominó “La Transición”.
Hoy, los que nos gobiernan desde 2018, en que Pedro Sánchez encabezó un movimiento político, dentro del entonces arco parlamentario de la izquierda, que dio como resultado el derrocamiento –por el procedimiento de una moción de censura, prevista en la Constitución– del Gobierno de Rajoy, han llegado a modificar las condiciones de vida y las libertades alcanzadas por las políticas en la citada época de la Transición, tras la muerte del general Francisco Franco, que, en muchos sentidos, lejos de suponer avance o progreso alguno, no suponen sino una verdadera regresión, política, social y económica de la que no se conoce antecedente alguno en tiempos recientes, tras haber desdibujado, con pericia inaudita, cualquier resto de lo que pudiera parecerse al que en otro tiempo fuera Partido Socialista Obrero Español y sus múltiples contribuciones –junto a los demás partidos de evidente acción y definición democrática, entre ellos, muy especialmente, el PP– de profundo calado y que produjeron los verdaderos avances de España en las políticas y culturas propias de Occidente.
El “accidente democrático” que supuso, en su momento, la aparición de partidos como Podemos, de fugaz enraizamiento, tan populista como hueco cultural e ideológicamente, ha propiciado el acercamiento de la imagen de nuestra nación española a posturas regresivas en el universo de los derechos y de las libertades, por la acción gubernamental liderada por Sánchez, que propicia un acercamiento a horizontes de corte “bananero”, propio de repúblicas “chavistas”, gobernadas hoy por personajes tan peligrosos como Maduro, incluso y sorprendentemente reprobado por gobernantes correligionarios de la región, como Lula da Silva en Brasil o López Obrador, en México.
España, con su Gobierno al frente, debiera –ya hace mucho tiempo– haberse destacado en reclamaciones de libertad para Venezuela y los venezolanos ¿O no?
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