Juan Carlos López Eisman

Si seremos más listos

El acento

Sin embargo hay que dejar constancia de que donde hay una buena liada es entre los pensadores y los científicos

17 de mayo 2019 - 02:38

Quizá estemos muchos de acuerdo en que, si bien a la larga apenas han significado otra cosa que una simple bagatela, los discursos catastrofistas, los anuncios del inmediato apocalipsis del mundo, siempre han sido un espléndido negocio. No solo en el ámbito económico, sino, sobre todo, ideológico, social o político (de poder o de su intento). Sin embargo últimamente no parecen estar a la orden del día, al menos en sus formulaciones clásicas, aunque hay quien de manera sibilina y encubierta está sacando beneficios muy ventajosos con). Una cosa es vender que toda esta tramoya se nos cae, mercancía siempre atractiva y por muy seductora enormemente rentable, y otra muy diferente asegurar que no podremos hacer tiempo a que pasen los 5.000 millones de años en que está tasado nuestro calendario (porque a ver qué hacemos a partir de la "tarde" en la que el Sol se haya apagado).

Sin embargo hay que dejar constancia de que donde hay una buena liada es entre los pensadores y los científicos (libros y artículos casi a cada rato, y hasta una famosa apuesta, de lo que se está hablando estos días) a cuenta de algunas cuestiones de alta trascendencia para nuestro presente y, sobre todo, nuestro porvenir. Una de las principales es si nuestra inteligencia tiene límites, si vamos a ser todavía más listos de lo que somos, asunto que está a la base para nuestra consistencia y perdurabilidad, para la dirección y ordenación del Universo. Porque si la Tierra ha tardado tantos miles de millones de años (unos 4.500) en diseñar y crear, a través de la evolución, una capacidad como esta, ¿a dónde podrá llegar en los otros tantos que faltan, o se nos agotarán nuestros recursos cósmicos y será la inteligencia artificial (AI), creada por nosotros, la que nos sustituirá? Ahí está el coche sin conductor que nos puede llevar, dice Nick Bostrom, a modos de fallo malignos.

Al margen de todo lo anterior, ¿aguantaremos entonces, como estamos, hasta la referida "tarde"?, ¿hasta las próximas elecciones? Si la respuesta, como dice la conocida y exquisita canción, está flotando en el viento, podemos echar mano a Borges cuando cita los versos del poeta romántico Coleridge: "Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?". ¿Entonces, qué?, también podemos preguntarnos nosotros.

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