La esquina
José Aguilar
Un fiscal bajo sospecha
Hace unos días encontré, en la página de un amigo, en una de estas redes sociales con que nos auxilia la humana providencia, una serie de reflexiones que, por su interés, para ser tenidas en cuenta, deseo hoy compartir con ustedes por si, también, les apetece meditar sobre ello. Temporalmente, la visión que se ofrece comenzó con el inicio de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, esto es, en 2004 hasta 2011, luego hubo el lapso del tiempo en que ocupó la presidencia Mariano Rajoy Brey, para reiniciarse, seguidamente, hasta nuestros días, con los gobiernos del inefable Pedro Sánchez Pérez-Castejón. En este último caso bajo el influjo más severo del llamado ‘populismo’, que bien le ayudó a (des)gobernar y fue ejemplo que mimetizó el ‘pesoe’, enterrando, definitivamente, cualquier atisbo de ideología que le quedase residualmente de izquierdas.
La sociedad española venía experimentando un devenir histórico, en la vida diaria, que se podría calificar de normal, en una sociedad moderna, occidental de nuestro tiempo y de nuestra situación en el mapa político y económico, propio del continente europeo. Pero, héteme aquí que, inopinadamente, aparece un movimiento, auto titulado ‘Podemos’, que luego se convertiría en partido político. Se nos dijo que todo iba muy mal, que ellos eran “indignados” y todos los demás “casta”, generando problemas que nunca lo habían sido y creando un estado social de crispación generalizada, desde hijos contra padres –en el nivel familiar– o de partidos contra partidos en actitudes que comenzaban a burlar el propio sistema democrático basado en el respeto y la tolerancia. Así, se puso en tela de juicio hasta los propios inicios del actual estado democrático, la Constitución de 1978, a la que se etiquetó, de manera desvergonzada e infame, de ‘franquista’, cuando Franco ya se pudría en su tumba. Resucitaron la guerra civil, ya olvidada por la mayoría y desconocida por los más jóvenes –¡gracias a Dios!– y comenzaron a hablar de buenos y malos, de los muertos que se abandonaron en las cunetas y sembraron, de nuevo, el odio, el odioso odio entre españoles que no conocían más muertes violentas organizadas y viles asesinatos que los de organizaciones como ETA o GRAPO.
Pasamos de ser aliados de la Unión Europea o de EE UU, a serlo de potencias antidemocráticas como algunas dictaduras hispanoamericanas, al tiempo en que se atacaba con fiereza a los agentes sociales capaces de crear empleo desde la iniciativa privada, aplastándolos con innumerables impuestos, multiplicando el número de pobres exponencialmente
Y mucho más a lo que extrañamente llaman “progreso”, cuando invocando ese nombre lo que se consigue es impedir el avance de nuestra hoy maltrecha sociedad ¿O no?
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