El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
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Por montera
Supongo que los hombres, casi todos los hombres, estarán flipando con la pretendida nueva resignificación de la palabra “zorra”. Ahora resulta que el hecho de que se haya viralizado es sinónimo de aceptación y de aplauso. No. La calidad del tema pertenece a un fenómeno del perfil de los seguidores menos exigentes a nivel musical. Lo digo porque ya es muy frecuente que ante un simple saludo muchos no sepan ni cómo hacerlo ante una mujer. Dudan entre si pueden dar dos besos, o la mano. No te digo un abrazo y el tiempo correcto de duración de este y si de él se puede interpretar que se quiera ir más allá que un simple consuelo, reencuentro emocionante o un abuso. Con el juicio contra el futbolista Dani Alves en ciernes quien ha declarado que se enteró de la presunta violación por la prensa, y sobre el que la opinión pública ya ha dictado sentencia condenatoria. Una cosa es violar y otra insultar, y todo es malo. Ahora resulta que, dentro de un marco disfrazado de canción, han pretendido vendernos que quieren resignificar el sentido de la palabra “zorra”. Por aquello de que zorro es sinónimo de que un tío es listo y una tía, zorra, es una prostituta. El colectivo LGTBIQ+ también se equivoca, y en esto se les ha ido la mano aun utilizando entre ellos ese término que les implica confianza y otros valores liberadores. Ya hubo debate por el hecho de que entre ellos se llamen “maricón” como reivindicación, y en este caso, que se recalifiquen zorra nos concierne a nosotras, las que no lo somos, ni nos hace la mínima gracia supongamos que incluso cuando nos tomamos cuatro gin-tonics. Al resto de mujeres, heteros, que llevamos trabajando para que ellos y ellas y elles consigan sus plenos derechos, nos están tirando por la borda muchos de los logros conseguidos pretendiendo que a las mujeres, al resto de las mujeres, se nos llame zorras. Zorra no es sinónimo de mujer liberada, moderna, trabajadora, influyente, culta, madre, empoderada, etcétera. Y, encima, pretenden que nos haga gracia. No tanta como le hizo al presidente Pedro Sánchez que se partió de risa diciendo que llamar zorra a una mujer es un gesto divertido del feminismo. Otra insensatez. Pues no. No es divertido que se autorice el insulto cuando se ha trabajado de manera denodada para que incluso la RAE, ésta sí, dé un significado correcto a mamífero cánido de hocico alargado y orejas empinadas. Pónganse a prueba y llamen a una mujer zorra: pero esperen las consecuencias de proferirle tamaño insulto.
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