Maduro y lo rancio hispano

14 de enero 2025 - 03:06

La soledad en la investidura del dictador Maduro se vio atenuada con la presencia en el acto del dirigente del PCE Manu Pineda. Estuvo así de palmero de dictadores junto con ‘demócratas’ de la talla de Daniel Ortega –sátrapa sanguinario de Nicaragua–, al lado del presidente de Cuba, y junto con delegaciones de Rusia o Corea del Norte. Y nuestro comunista allí haciendo peña con tanto descerebrado. Qué triste.

El sabido “dime con quién andas y te diré quién eres” se cumple a rajatabla aquí con sólo salir en esa foto. De ahí que casi nadie quisiera participar en ese retrato de familia de carniceros.

Y van los de PCE y no se quieren perder el convite. Los de Podemos tomaron distancia. Los de Sumar parecido. Pero los del PCE allá se fueron cogiéndose el primer avión a Caracas. Tal vez sea por llamar la atención y reclamar que aún existen. Si no, es que no hay quien lo entienda.

A veces se tacha de ‘rancia’ a la derechona que padecemos. Pero, ¿y esta izquierda que no supera el pasado? Su esquema mental tosco y añejo ya no se sostiene. Ese al que aún le escuece que se hable de los veinte millones de muertos del camarada Stalin; esa ceguera que aún les hace patalear cuando se les recuerda que los fascismos del siglo XX surgieron como socialismos pero teñidos de nacionalismo; esa izquierda, en fin, que se afana en desenterrar muertos, revisionista de la historia hasta el punto de casi reinventarla desde el revanchismo.

Es triste comprobar que aún existe una izquierda así de simplona e incapaz de articular de manera eficiente esa difícil ecuación que pretende resolver el equilibrio entre el bien individual y el colectivo. Para mí que en el fondo mientras ellos sigan con su chiringuito se la trae al pairo.

Hacerse fotos con Maduro, jalearle en sus discursos de parvulario no es luchar contra el imperialismo capitalista. Ni hablar. Es respaldar el atropello sistemático de la libertad de pensar y de actuar, incluida la de cierta izquierda aún pensante que ha madurado.

Esas medias tintas en condenar la mentira y el ninguneo de los derechos humanos hace daño. Todas las ideologías son respetables pero algunas se pierden el respeto a si mismas. Este es el caso. Viajar a Caracas o no, era la línea roja que algunos han cruzado y les saldrá caro en votos. Porque de la conciencia moral mejor ni hablamos.

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