¡Malditas vacaciones!

24 de julio 2024 - 03:07

Un escritor americano, que me aspen si me acuerdo quién fue, dijo que sus vacaciones comenzaban cuando ponía las maletas en el maletero del coche y terminaban cuando se sentaba y veía que el asiento de atrás iba repleto de niños. Sus vacaciones, decía, duraban lo que tardaba en llegar desde el maletero al asiento delantero. Mis vacaciones son un poco más largas, pero no mucho más: desde que el cojo el coche y mi mujer me hace una observación que me hace pensar que vuelvo a la rutina de mi vida. Les cuento.

Suelo veranear en La Herradura y hacía allí me dirigía el otro día con mi santa cuando al pasar a la altura de la salida de Dúrcal ella me hizo la temida observación.

–¿Has apagado el aire acondicionado de tu despacho?

¡Pardiez! Es la pregunta del millón. Mi cabeza intentaba recordar ese momento en el que yo tenía que darle el botoncito que apagaba el aire acondicionado del lugar en donde leo y escribo, pero no conseguía visualizarlo, ese momento estaba totalmente perdido en los pliegues de mi memoria.

–Creo que sí –respondí.

–¿Crees? O sea… ¿que no estás seguro?

–Sí. Estoy seguro que lo he apagado –dije para tranquilizar mi conciencia.

–Bueno… Si tú lo dices…

Entonces yo sigo conduciendo, pero mi mente no está en la carretera sino en los problemas que pudiera acarrear el hecho de que el aire acondicionado estuviera encendido: un mes entero un aparato funcionando día y noche podía mermar considerablemente mi cuenta corriente y hacerla engordar a Endesa. Y eso no podía aceptarlo. Total, que al llegar a la salida de Cónchar, decido dar la vuelta para ver si he apagado el puñetero aire acondicionado. Entonces veo que mi mujer dibuja una sonrisa ladina en su rostro para verificar su convencimiento de que iba a dar la vuelta. Cuando llego a casa, compruebo que, efectivamente, el dichoso aparato estaba apagado. Así que de nuevo nos echamos a la carretera. Llevo un cuarto de hora conduciendo cuando veo a mi mujer buscar con afán algo en su bolso. Lo está revolviendo todo y al final exclama:

–¡Maldita sea! Tenemos que volver. Me he dejado el móvil.

–¿Estás segura?

–Sí. Lo había puesto a cargar y se me ha olvidado cogerlo.

Está claro que la vida no es más que un esfuerzo inútil en la escalada del olvido, en esa memoria que nos abandona. Entonces yo estoy a punto de parar el coche echarme a llorar. ¡Malditas vacaciones!

stats