Manolo versus Susana

08 de julio 2024 - 03:09

Malo cuando uno dice que no le sorprende nada, que lo ha visto todo. Pues todavía hay cosas chocantes, sorprendentes, divertidas, hilarantes. Algunas las he encontrado en el comentario que Manuel Pezzi ha escrito en Twitter a propósito del alborozo que su compañera de partido Susana Díaz ha mostrado, también en esa red social, tras ser nombrada por el alcalde sevillano del Partido Popular hija predilecta de Triana. ¿Por qué a Díaz, la rociera, la legionaria del Cristo de la Buena Muerte, la del vestido de lunares en la feria de Sevilla, la hija del fontanero, no le iba a hacer mucha ilusión y por qué no se iba a sentir feliz cuando la ha llamado el alcalde para comunicarle la distinción? Ella sigue en su línea: una mujer del pueblo, que ha escalado, gracias –dirá ella– a los grandes logros de su partido, en Educación y en promoción de la mujer, las más altas cotas del éxito social y del poder. Sin renegar de sus orígenes. Pezzi tampoco se ha salido del guion que sigue a rajatabla desde su incorporación al PSOE: el partido está por encima de los principios, de la sociedad a la que dice servir, por encima de la lógica, de los hechos, de las contradicciones. Si eres del PSOE, no debes hablar con el adversario, tienes que negarle el pan y la sal al oponente, no concurrir nada más que a los actos que organiza tu grupo. En esto se diferencia poco de los demás partidos. Entidades cerradas, inaccesibles al público, que se reparten cargos, prebendas, instituciones, tribunales, sin atender al mérito de los que viven fuera del territorio partidario. Para Pezzi la culpa de todo la tienen los demás, la autocrítica es un vicio nefando, los que votan a otras formaciones están manipulados o ciegos o son cortitos de entendederas. Son alguno de los vicios del sistema. Vicios que cada vez lo hacen más antipático para los ciudadanos, obligados a elegir entre opciones malas. Pezzi tutea a Díaz y, confianzudo, la llama solo por su nombre de pila; su disputa es cosa familiar, de mesa camilla. Sin ningún pudor, regaña a la compañera con la altanería del hermano mayor, guardián de las esencias del clan que aprovecha la comida de los domingos para canear a la pequeña. Todo esto en público, y como si los demás no existiéramos. Excluidos absolutamente del territorio rocoso del poder. Cosa nostra. Sorprendente.

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