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Para mí, la canción que más representa mi vivencia y mi impresión sobre el mar es Mediterráneo, de nuestro gran poeta y cantautor universal Joan Manuel Serrat. Suscribo gran parte de los melodiosos párrafos de esta hermosa canción, a pesar de haber nacido en tierra firme y ser como dicen en mi pueblo “de secano”. A los 6 años viajé por primera vez a Mallorca y ya quedé impresionado por la luz cegadora de aquel inmenso azul que quedaba remansado en la coqueta bahía del puerto de Sóller. Su olor, su fulgor y sus playas, me dejaron ciertamente prendado. Ahora que lo tengo muy cercano, disfruto de esos “atardeceres rojos” a los que, afortunadamente no acaban de acostumbrarse mis ojos, pues cada vez que los contemplo me parecen aún más bellos. Aparte de los conocidos beneficios de la hidroterapia salina sobre la circulación arterial y venosa, sobre el aparato locomotor, la piel etc., para mí el mar tiene un importante beneficio psicológico. Supone un escape, permitiéndome una verdadera desconexión mental y emocional. Los placenteros baños de los que disfruto, en sus a menudo frías aguas, a lo largo de prácticamente todo el año, me ayudan a liberar esas endorfinas de la “felicidad”, que aplacan el estrés y la depresión que con demasiada frecuencia nos depara la complicada vida que hemos elegido. Puedo decir rotundamente, además, que mi consuetudinario contacto con la playa, con el ruido de las olas rompiendo en la orilla, y con la brisa marina, mejora de forma constatable mi autoestima. Meditar sentado en la orilla del mar escuchando su suave y rítmico sonido, respirando profundamente el aire puro y percibiendo el agradable olor a sal, hacen que mi cerebro y mis sentidos entren en un estado de concentración extremo, capaz de reparar, no solo mi mente, sino también mi cuerpo, sumergiéndome en un estado de felicidad y bienestar insólito. El mar para mí significa serenidad, paz e inspiración y me produce un enorme respeto, por la fuerza y la violencia que a veces nos depara, pero también por el futuro; la preservación de un espacio natural y de una gran biodiversidad que estamos obligados a transmitir a nuestras futuras generaciones. Difícil tarea en un mundo incapaz de contener la contaminación y el consecuente cambio climático del que ya percibimos algunos efectos. No obstante, parafraseando otra conocida canción de Serrat: “Si te toca llorar, es mejor frente al mar”.
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