Metralletas en la feria de día

En mis años en esta tierra, he visto a miembros de la seguridad del Estado con metralletas en las manos en los controles policiales, en las redadas contra gente que trafica con droga, en registros improvisados… Pero jamás había visto guardias civiles con metralleta en las fiestas de un pueblo, en un pueblo normal en el que los índices de delincuencia no son ni más altos ni más bajos que en cualquier otro pueblo de España. ETA ya entregó sus armas y tampoco hay mucho terrorismo nacional que combatir. Por eso me extrañó mucho el otro día la pose de un guardia civil con la metralleta en la mano y los dedos cerca del gatillo en un acto festivo ciudadano. Fue en la feria de San José en La Herradura. La feria de día se está celebrando estos días en el Castillo, un recinto cerrado en que se han levantado varias barras para atender a los clientes. El Castillo de la Herradura fue construido en tiempo de Carlos III. Fue utilizado por el ejército hasta el año 1839 en que, una vez extinguida la piratería, fue cedido al cuerpo de Carabineros, cuya misión era garantizar la seguridad y vigilancia de las costas y fronteras, así como evitar el contrabando. Tras suprimirse el Cuerpo de Carabineros en 1940, fue ocupado precisamente por la Guardia Civil, que lo utilizó de casa-cuartel hasta 2003. Pues bien, en aquel recinto había alegría, sevillanas y gente intentando divertirse, que para eso era la feria del pueblo. En la puerta en algunos momentos vimos al menos doce guardias civiles, varios policías nacionales y locales y gente de seguridad privada. Jamás vi un despliegue tan importante para vigilar un recinto ferial tan pequeño y recogido. El despliegue podía pasar, pero que estuviera en la puerta uno de los guardias con una metralleta en la mano me parecía una imagen de otros tiempos... ¿Acaso se han enterado de que hay un peligroso delincuente dentro? ¿Y si están en una operación secreta y hay temor de que haya una trifulca desmesurada? ¿Y si están allí alerta por si hay un altercado con víctimas? No sé. Las preguntas eran difíciles de contestar. Cualquiera puede pensar lo que quiera, pero a lo que único que podía aspirar aquella patrulla de guardias civil es a pararle los pies a los cuatro o cinco que se emborrachan en estos sitios. Así, que las metralletas sobraban. Otro podría pensar que no, pero yo lo vi desmesurado.