El balcón
Ignacio Martínez
Política potente, candidata débil
El que fuera presidente de Uruguay, José Mujica, ha comentado esta misma semana que el cáncer de esófago que padece, ha desarrollado metástasis y que se encuentra en una situación irreversible; ha pedido que le dejen morir tranquilo. “El guerrero tiene el derecho al descanso”, ha dicho en la que será su última entrevista.
Mujica ha sido un personaje público que no ha dejado indiferente a casi nadie; un dirigente político que ha trasladado siempre una visión humanista de la política y un compromiso claro con el bienestar común de la ciudadanía. Persona de enorme inteligencia que ha vivido envuelto en valores de demócrata convencido y militante de la austeridad más absoluta. Siempre ha destacado por su enorme coherencia.
Estás últimas declaraciones impresionan porque ponen en evidencia la situación en la que finalmente nos encontramos los seres humanos de manera ineludible: cómo abordar la llegada del momento final de la vida.
Cuando en situaciones como esta en las que el diagnóstico de una enfermedad permite conocer una evolución irreversible, es importante saber asumir y poder despedirse en paz de familiares y de las amistades. Esto es algo para lo que no siempre las personas están preparadas.
Por eso impresiona la manera en la que Mujica, al igual que muchísimas personas anónimas, quiere abordar la etapa final de su vida. Morir en paz o morir tranquilo es algo que a mí siempre me ha parecido de una gran valentía.
Y es que en la sociedad actual parece que es más habitual aspirar a no morirse nunca o a morir lo más tarde posible. La relación de los humanos con la muerte es compleja y cada sociedad lo expresa de manera diversa a lo largo de la historia.
El caso de Mujica y su aspiración a morir tranquilo es, además, coherente con la manera austera y alejada de protagonismos innecesarios con la que siempre se ha manifestado ante la sociedad. Sea cuando sea su fallecimiento, Mujica hace ya mucho tiempo que se ganó el respeto y la gratitud una gran parte de la ciudadanía de su país y del resto del mundo y este último gesto, lo hace aún más grande.
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