El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Superioridad femenina
De otro color
Llevo días intentando averiguar qué debía escribir esta semana. Llevo días imaginando que hubo quien me enseñó a respetar, a sentir que en la sociedad que por desgracia hoy respiro, no todo vale. Llevo días recordando lo que de adolescente me enseñaron quienes por desgracia ya no nos acompañan: igualdad, fraternidad, libertad, respeto, derechos, dignidad. Y un punto de locura. Fueron valores que votamos, que nos dimos, que conformaron una Carta que, también por desgracia, hoy no es Magna. Valores que crecieron, con nosotros, haciéndonos creer que por fin alcanzamos lo que, en el silencio de un brasero, en familia, a escondidas, soñamos un día sería nuestro.
Llevo días intentando escribir de algo que abra puertas, que permita respirar, recuperar el sentido y la ocasión, volver a creer que alguien estaría de guardia, que habría alguien que salvaguardara esta tierra y sus gentes, que defendiera el respeto y la consideración debida a las armas con que se dotó, nos dotamos, una sociedad que intento postrar y dejar sus auténticas virtudes lejos del alcance de cualquier narcisismo incontrolado de política y políticos. Donde la legalidad fuese misión de todos. Donde el juez predeterminado por la ley fuera el homenaje propio de cualquier estado de derecho, donde la independencia judicial fuese el tesoro más preciado de cualquier ordenamiento.
Pero no. Entre todos, unos por dejadez, los más por omisión, proporcionamos un lego que, artificiosamente montado, es capaz de destrozar más de cuarenta años de convivencia, aniquilar imágenes y recuerdos de lo que fuimos capaces de conseguir y hoy lo vende por veinte miserias y cuatro años de gobierno en soledad. Su pecado fue la avaricia y la ambición. Pero el nuestro fue peor: lo permitimos, miramos para otro lado, no corregimos un sistema que, por juvenil, presentaba grietas donde dar cobijo a tanto rey bananero. Y lo va a conseguir. Aniquiló el Tribunal Constitucional, lo postró a sus deseos, como con su juguete preferido del Ministerio Fiscal. Malvendió la monarquía, de la que siempre se mostró enemigo, aunque aún no encontró la pieza del lego donde apretar el botón de destrucción. Nunca, ninguna democracia dio mayor ejemplo de perversión ni maldad. Una historia aniquilada y un país destrozado. Esto es lo que heredo, y lo que heredamos.
No daré nombres. Por respeto a nosotros, a quienes con votos construimos lo que hoy parece irse para siempre. Siquiera por respeto a quienes en el ámbito de la legalidad vieron cómo su trabajo de tardes plasmado en sentencias y una institución judicial de tanto cobijo legal y democrático, quedaban pervertidas y pisoteadas. Hoy es un mal día. Un día negro. Y no encuentro motivos para escribir. Ni ganas…
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