
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Fundido ibérico
Bloguero de arrabal
Se me queja Pánfilo de que los conservadores lo quieren convertir en woke, bruscamente. Podían tener un poco de consideración e imitar a esa marca que fabrica unas zapatillas, con calzador incorporado, que entran con un leve movimiento del pie. Qué menos que una preparación, un algo, antes de despojarlo a uno de su carnet y convertirlo, a lo bestia, en una marca blanca, que no roja, del izquierdismo residual. A mí, me cuenta Pánfilo, me dio el carné el mismísimo Anguita, a escondidas, como un amuleto. ¡Un hijo más de la pequeña burguesía que se pasaba a las filas del proletariado! ¡Redención de clase! ¡Coño!, que mal llevan los carcas a los miembros de partidos de izquierdas, a los que han luchado, con más o menos acierto, por lo mismo que luchó Rosa Luxemburgo, antes de ser asesinada en 1919 por la reacción: “por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. Suelen estos absolutos –dispuestos a eliminar de un plumazo a la gente de a pie, a la que consideran cascarria por no haber brotado en la rama dorada de la sociedad, por vivir, opacos, en la cara oculta de la luna–, exigirles, a los bautizados como woke, que vistan de tosco sayal, que no coman, que no beban, que no bailen, que no canten, que no pequen. Los pecados para ellos, el robar, el fentanilo, los banquetes, los yates, los trajes, los pantalones de pitillo y las sucintas chaquetas, ceñidas a sus barriguitas por un solo botón, los zapatos puntiagudos, las gafas glamurosas de colores, las juergas y las orgías. Para los ‘woke’, San francisco de Asís, il poverello; para ellos, San Agustín, el libertino, antes de meterse a santo. Ni siquiera tienen paciencia para esperar a su extinción, que ya anuncian las urnas. Lo quieren todo y ya, como caprichosos niños únicos. Podían dejar que, como el dálmata, una lengua que murió el día en que falleció el último de sus hablantes, mueran de frustración y de abandono el último comunista, el último socialista, el último socialdemócrata, el último cristiano de base, el último papa conciliador y permisivo, el postrer anarquista. Aguardar a que se mueran los rojos de toda la vida. A los que con su tosca brocha conservadora han pintado de purísimo ‘woke’. ¡Qué va!, pretenden aburrirnos para que cantemos ya: “soy woke porque el mundo me ha hecho así”.
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