Mi musa se jubila

El río de la vida

26 de junio 2024 - 03:06

El otro día sentí mi mente atorada. No me salía tema alguno para esta columna. No se me ocurría nada. De pronto me llamaron por teléfono. Era la voz de una mujer que preguntaba por mí. Creí que sería alguna lectora que quería que le aclarara algo. Pero no, me dijo que era mi musa. “Vaya, otra loca”, pensé. Siguió hablando:

–Le parecerá raro, pero, sí, soy su musa. ¿Se ha dado cuenta de que cada vez le cuesta más escribir sus columnas? Es que he pensado en dejar de ser su inspiración. Si quiere podemos vernos esta misma tarde en la cafetería que hay en la esquina de su casa.

Allí fui, más intrigado que nunca. Llegué antes a la cafetería y tomé asiento. A los diez minutos entró una mujer. Iba vestida con una blusa blanca y una falda verde. Tenía un rostro agradable. Vino directamente a mi mesa y me alargó la mano antes de tomar asiento.

–Soy Andrés Cárdenas –dije al estrecharle la mano.

–Ya sé quién eres. Llevo muchos años trabajando para ti.

Ya lo tenía claro, aquella mujer estaba mal de la chola y me había elegido bien para compartir una de sus manías conmigo o bien para hacerme partícipe de alguna de sus extravagancias. De pronto ella comenzó a hablar. Mirándome fijamente a los ojos y con un tono de seriedad en su mensaje, me dijo que gracias a ella yo había vivido de la escritura porque había estado ahí, susurrándome al oído, en todos los momentos en que yo he necesitado inspiración y creatividad. Yo estaba decidido a tomarme a chufla toda aquella situación, pero ella, tal vez intuyendo lo que pensaba, empezó a darme detalles sobre mi proceso de creación que me resultaron espeluznantes por su exactitud y precisión.

–¿Y por qué no quieres seguir siendo mi musa? –le pregunté

–Porque estoy harta. Me jubilo.

–¿Y no hay otra musa que te pueda sustituir? –le dije, ya mucho más en serio que en broma.

–No. No hay ninguna. Todas están desertando porque cada día son menos necesarias. ¿Acaso no has oído hablar de la Inteligencia Artificial?

–Claro, que he oído. Pero eso qué tiene que ver.

–Mucho. Más de lo que te crees. Tu oficio está kaput, se acabó. Ya no hará falta la imaginación de una persona para escribir un texto. Ahora lo harán las máquinas.

–¿Entonces yo qué puedo hacer?

–Pues como yo, jubilarte de una puta vez.

Y en eso estoy. Pensando qué voy a hacer.

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