Música para la paz y la tolerancia

La ciudad y los días

24 de agosto 2024 - 03:08

La música se ve. Es tan importante ver la interpretación como oírla. Las excelentes grabaciones audiovisuales han permitido reducir, en la medida en que pueda hacerse, la distancia entre la audición en directo y la grabada. Lo descubrí viendo y oyendo la extraordinaria filmación de LaPasión según San Mateo de Bach dirigida por Richter en 1971. Por muchas veces que la hubiera oído –aún no la había visto en vivo– tuve la sensación de oírla por primera vez. Cuando quiero oír de verdad, veo grabaciones. Por mucho y bien que se oigan las Goldberg interpretadas por Gould, solo se llega a su fondo cuando se le ve hundido ante el piano.

Veo y oigo en Youtube –con lágrima en ojo, lo confieso– el Concierto nº 1 para piano y orquesta de Bach interpretado por Polina Osetinskaya. Y me pregunto si esta pianista es rusa –por cierto, incluida en la lista negra por Putin tras oponerse a la invasión de Ucrania– o alemana, de Moscú o de Eisenach.

¿Cuando Glenn Gould interpreta las Goldberg es canadiense o alemán? ¿Cuando Callas canta Norma es griega o italiana? ¿Cuándo Pollini interpreta el concierto Emperador es italiano o alemán? ¿Cuando Nagano dirige la Turangalila es angloestadounidense de origen japonés o francés? ¿Cuando Giulini dirige a Brahms es italiano o alemán? ¿Cuando Savall dirige e interpreta a Lully o Charpentier es español o francés? ¿Cuando Clara Haskil interpreta a Mozart es húngara o salzburguesa? ¿Cuando Casals interpreta las sonatas de Beethoven es español o alemán? ¿Cuando Bernstein dirige a Mahler es neoyorquino o austro-bohemio? ¡Y qué más da! En ese momento milagroso se es de todas partes y de ninguna, se pertenece a todas las épocas, a la nuestra y a ninguna.

Podría seguir así hasta llenar muchas páginas. La música tiene el don de convertir en universal el arraigo en una cultura propia o nacional. Ningún lenguaje es más universal. Ninguno hace vibrar tanto los resortes emocionales anulando distancias temporales, culturales o nacionales. Debería por ello ser asignatura fundamental en todo proceso educativo. No solo para no arrebatarles a los niños y los jóvenes su derecho a conocer y disfrutar lo mejor que los más grandes talentos han compuesto e interpretado, también para enseñarles esa universalidad, esa hermandad entre gentes de épocas, culturas, nacionalidades o razas distintas y sus oyentes que, no solo, pero sí sobre todo, la música hace sentir y vivir.

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