Musk, un ambicioso robot faldero

No soy el primero, ni seré el último, que crea vivir en un sueño. Un sueño funesto, una pesadilla. Con frecuencia pienso que me he muerto y que esto que nos está pasando es ya el infierno. O sea, que Trump, Musk y sus adláteres, nos han traído al Valle de Josafat, que la Inteligencia Artificial, cautivo y derrotado el Dios tonante de las Escrituras, nos han juzgado y nos han condenado al infierno en el que, por nuestros pecados, yacemos actualmente. El averno del descaro, de la amenaza, de la sentencia a la hoguera atómica; de las mentiras, de las desubicaciones interesadas, de los robos, los escarnios, los relatos de parte (antes, ‘cuentos’, sin más); el de las sinvergonzonerías, las banderías, etc.. El infierno no puede ser peor que esto. Pero si esta vida mía no es un sueño y esto que me pasa ahora es real y no onírico, ya sé por dónde va a ir la IA, si cae en manos, como las que ahora comienzan a enarbolarla, al modo en que dicen que Caín enarboló la quijada de burro contra su hermano Abel, en los nebulosos tiempos del Génesis. Lo primero que ha hecho el tóxico payaso de la IA ha sido ofrecerle a Trump, su coyuntural amo, la posibilidad de borrar del mapa a poblaciones enteras, como si fueran prescindibles garabatos, hijos del Photoshop, y construir ‘resorts paradisíacos’ donde antes existieron casas, hospitales y escuelas, asolados, ante los ojos impotentes y asombrados -si no, cómplices- de estados y de políticos. Los palestinos, pagan ahora la insania de Hitler. La alta burguesía alemana se puso en manos del nazismo, para que doblegara las exigencias obreras, creyendo que, una vez acalladas estas, el monstruo que alentaron, les devolvería el poder. Si Trump cree que, Musk, el gesticulante lacayo que le está ayudando a espantarnos, se va a contentar con ser su robot faldero, se equivoca. Humildemente, para que no me patee, le recomiendo que vea La caída de los dioses de Visconti. Una inteligencia artificial, sin corazón, sin poesía, sin humor, programada para hacerse con todo, capaz, como nunca, de despreciar la vida de los humanos y de considerarlos menos que moscas molestas que se pueden aniquilar de un palmetazo, está a punto de dañar la tierra, la vida, con más violencia que cualquier asteroide, que cualquier meteorito. Protegerse es necesario. Si es que todavía se puede.

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