
La esquina
José Aguilar
Juanma nombra a su Defensora
Como norma general, en España se vive en 2025 mucho peor que en la década de 1990: apagones, caos ferroviario permanente, administraciones que han decidido desde la pandemia no atender a los ciudadanos, precios inalcanzables para los alimentos, inflación generalizada, sueldos miserables en comparación con los de nuestros vecinos europeos, educación pésima, sanidad catastrófica, impuestos confiscatorios, en fin, que, con este percal, el día a día se hace muy duro para los españoles, que, además, no sé muy bien por qué, tenemos tendencia a aguantarnos con todo.
Pero en este nefasto escenario nacional, aderezado además por la corrupción, el deterioro de las instituciones, el absoluto desprecio a la división de poderes y el ataque sistemático al poder judicial, hay territorios más privilegiados que otros por mor de chantajes políticos o porque sencillamente sus gobernantes deciden premiar a unas zonas mientras perjudican a otras en función de sus preferencias políticas. Y es en este último saco, el de los perjudicados territoriales, víctimas del autonomismo recentralizador y postergador, donde se encuentra Granada.
Ya sabemos que los frentes de preterición que padece Granada son prácticamente todos: infraestructuras, comunicaciones, emprendimiento, pérdida de instituciones… Granada se desangra, desgranada por la autonomía que ha decidido deliberadamente enterrar su influencia secular en pro de otros territorios, como Málaga o Sevilla. Tan es así, que incluso han decidido convertirnos en la pila renovable de Europa a costa de acabar con nuestros cultivos, flora, fauna, empleos… con nuestra tierra y vida.
Pero hoy voy a centrarme en la miseria ferroviaria que padecemos. Y pongo como ejemplo el mío propio, que para poder volver el jueves pasado en tren desde Madrid tardé más que hace 30 años en el Talgo, más de 6 horas, entre que nos llevaron a Málaga, nos volvieron a llevar otra vez a Antequera, para que allí nos recogiera un tren que venía desde Sevilla y llevarnos finalmente a Granada. Y todavía he de agradecer que todo el viaje fuera en tren, porque algún compañero de viaje me comentó que esto es a diario y que es usual que en la estación malagueña te desvíen al “andén 9” –inexistente, sólo hay 7– que consiste en abrir una puerta tras el andén 7, y salir a la calle para volver en autobús. Más heavy imposible. Y mientras ese es el “trayecto” con Granada, la frecuencia de trenes Málaga-Madrid es de 22 trenes diarios (416 km en 2:44 horas), y Sevilla-Madrid de 26 (390 km en 2:37 horas).
Mientras Málaga y Sevilla vuelan en el siglo XXI, Granada vive en lo más profundo del siglo XX. ¿Dónde están nuestros políticos? ¿Quién defiende a Granada? Nadie.
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