En tránsito
Eduardo Jordá
Linternas de calabaza
En Venezuela cuentan ya lo días para celebrar la Navidad. El próximo 1 de octubre entrarán de lleno en ese período de presunta “paz, felicidad y seguridad” que en el imaginario colectivo se asocia al momento festivo tradicional de finales de año. Y todo eso por decreto presidencial y sin pasar por la casilla de salida, las del adviento o de cualquier terapia previa para tan edulcorado momento.
Nicolás Maduro ha dado la orden de adelantar la celebración y lo anunció sólo unas horas después de que la Fiscalía del país americano ordenara la detención del opositor Edmundo González Urrutia, una escalada más en la deriva autoritaria y de represión en Venezuela.
Tras las elecciones del 28 de julio, Maduro y su régimen sufren una clara crisis de legitimidad, quizás superior a la vivida en 2019. La presión internacional es intensa, pero a Maduro le preocupa el clima interno. Y parece haber encontrado la solución en la Navidad. “En homenaje a ustedes voy a decretar el adelanto para el 1 de octubre”, fue el mensaje del presidente difundido en su propio programa de la tele. Ahora su gobierno empieza a repartir jamoncitos y bolsas de comida por los barrios, controlado todo por los comités locales de abastecimiento, y el pueblo se olvida de las actas electorales publicadas en internet por el “viejo decrépito, criminal y asesino” de Urrutia.
Su tan particular calendario incluye la toma de posesión del tercer mandato el 10 de enero, así que tiene tres meses navideños para ganarse el favor popular e imponer paz y amor a golpe de decreto. Suponemos que los venezolanos van a tener casi toda una estación del año inmersos en las pascuas. Vamos a ver cómo le sale la jugada al líder chavista, porque tanta reunión familiar puede elevar el hartazgo, aunque no podemos hacer paralelismos directos con la Navidad española. ¿Se imaginan tres meses de turrones, anuncios de colonias y comilonas con la familia? Tampoco es tan difícil, a la vista de los cada vez más prematuros destellos. La lotería de Navidad ya se promociona en verano, las ciudades compiten por adelantar sus luces y los supermercados venden polos fresquitos junto a los mantecados.
Tampoco hay que irse muy lejos para encontrar en España golpes de efecto para aplacar crisis políticas y extender el pan y circo. No será tan burdo como la Navidad por decreto, pero cada vez las estrategias son más descaradas. Pensémoslo antes de mirar a Venezuela con condescendencia.
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