Nonagenarios que se nos van

Poco a poco nos van abandonando los hombres y mujeres que en este último decenio cumplían los 90. Gran parte de ellos/as gracias a su robusta salud y por qué no decirlo, a los avances de la medicina, han conseguido superar con una aceptable calidad de vida, la edad media de supervivencia de la población española, que viene a estar en torno a los 83 años. Ellos y ellas nos han dejado un valioso legado a las generaciones posteriores, que hoy más que nunca, estamos valorando. Vivieron en la infancia la guerra civil y la dura posguerra, así como las consecuencias económicas y sociales de la segunda guerra mundial y el posterior aislamiento de nuestro país en la reconstrucción de Europa, tras esta última contienda. Desde una sociedad muy estructurada y a menudo excesivamente rígida, supieron adaptarse a las durísimas condiciones de vida que se les imponían, a base de esfuerzo y duro trabajo. Muchos emigraron en los años 60 y 70, buscando mejores condiciones de vida en una España falta de pan, en la que reinaba la miseria, sobre todo en las zonas rurales. Eran muy valorados en el extranjero por el alto rendimiento que mostraban en sus puestos de trabajo y por su elevado sentido de la responsabilidad. Ellos/as nos transmitieron loables virtudes como la resiliencia y la paciencia, en este escenario contemporáneo, donde prima la inmediatez; y la empatía, que nos recuerda la importancia de las relaciones sociales, en un mundo donde el ser humano está cada vez más aislado. Su sentido de la lealtad y honestidad estaba siempre por encima del interés propio. Cuando se comprometían en una tarea, nada ni nadie podía evitar que la llevaran a cabo. El apretón de manos era un signo cuyo valor estaba por encima de cualquier firma ante notario. En su legado nuestros/as nonagenarios/as nos dejan vivencias que ayudan a comprender mejor nuestra historia y cultura. Nos transmitieron valores esenciales como la familia, el respeto, el esfuerzo y la solidaridad. Al escuchar sus relatos, podemos aprender sobre la importancia de la comunidad y el apoyo mutuo. Para mi generación su ejemplo nos ayudó a mantener ese sentido del deber y la responsabilidad en nuestras propias vidas. Al hacerlo, podemos honrar su legado y contribuir a una sociedad más solidaria y comprometida. ¡Siempre hay espacio para aprender y crecer a partir de lo que nos han dejado! (A Salvador y otros/as…).

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