Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Decía Vargas Llosa que “la función del periodismo en este tiempo, o, al menos, en esta sociedad, no era informar, sino hacer desaparecer toda forma de discernimiento entre la mentira y la verdad, sustituir la realidad por una ficción en la que se manifestaba la oceánica masa de complejos”. Al fin y al cabo, lo que los medios dicen, expresan o informan es lo que al final conocemos. Y de ellos, de su veracidad, transparencia y honestidad, depende que el mundo que nos muestran sea el real. Hasta ahora, la censura consistía en la eliminación o modificación de un material artístico o de comunicación cuando es considerado como ofensivo, dañino, inconveniente o contrario a la moral pública. Sin embargo, con Pedro Sánchez este concepto dispone su evolución a un nuevo tipo de censura dirigido a disponer medidas que impidan la difusión de noticias falsas. Su Plan de Acción por la Democracia ha sido vendido como una suerte de lucha contra la creación, publicación y distribución de información falsa, bulos o fake news. La futura comisión responsable de aplicar las normas aprobadas tendrá como objetivo defender el derecho a la información veraz para evitar la manipulación y la influencia.
Llegados a este punto, denoto la parcial confluencia de alguna de estas posturas con diversos pasajes de la extinta ley de prensa de 1966, que abolió la censura previa (salvo supuestos de excepción y guerra), y formalmente se constituyó, como textualmente decía su preámbulo, sobre una triple vertiente: la libertad de expresión, la libertad de empresa, y la libre elección de director. Nótense, pues, ciertas similitudes de nuestro actual presidente y D. Manuel Fraga, artífice de la mencionada ley. Hasta el futuro padre constitucional, Gregorio Peces-Barba, fundador de Cuadernos para el Diálogo, consideró la Ley de prensa de Fraga, un paso hacia la liberalización del sistema.
Que cada cual interprete con el orgullo que prefiera las similitudes entre ambas posiciones: la que aperturaba en mitad de una dictadura militar, y la que añade nuevas acepciones entorno a la censura. Quizá el retroceso ideológico que pretende Sánchez, esté más cerca de lo que se piensa de aquella ley. Claro, que cualquiera le pone el cascabel al gato…
Decía hoy en Granada Ángel Expósito que “ya está esperando que le llame el de la censura”. Y yo, imagino que como Vdes., estamos esperando que nos cuente –más bien que le permitan contarnos–, su reunión con los adalides de la verdad y la independencia.
Entretanto, me van a permitir que, a partir de ahora, y antes de publicar nada, les diga a mis hijos que revisen lo que su padre escribe. Como decía mi madre, no vaya a ser que me meta en camisas de once varas…
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