Érase una vez
Agustín Martínez
Masoquismo andaluz
En el primer año de carrera en Madrid fui a varias manifestaciones. Todas para pedir por las libertades que no había en España. Hasta que me pillaron en una y me llevaron a comisaría. Allí me pidieron los datos y me soltaron. Salí totalmente orgulloso de haber sido arrestado por luchar contra la dictadura. “Hijo mío, eres un pardillo”, me dijo mi padre cuando le conté lo sucedido. Así perdí la beca porque para renovarla hacía falta un certificado de buena conducta. El mismo que no me dieron al siguiente año porque estaba fichado. Luchar por las libertades me había costado la beca, de ahí el reproche de mi padre. Para poder seguir estudiando en la capital descargaba camiones en el mercado de Legazpi, a donde había muchos pardillos como yo. Luego, durante la Transición, también fui a varias manifestaciones. Había que consolidar la democracia conseguida. Las últimas manifestaciones a las que fui lo hice ya como informador y trataba de ser lo más objetivo posible. Si los organizadores decían que habían asistido 4.000 personas a tal manifestación y la Policía había contado 2.000, yo tiraba por la calle de en medio y ponía 3.000 en la información.
El pasado domingo un vecino me preguntó en plan cotilla si iba a ir a la manifestación que se había convocado en contra de la amnistía que quiere conceder Sánchez a los esnortaos del procés. Le dije que no, que a esa hora había quedado en casa de unos amigos a los que les iba a cocinar una paella. “¿Tampoco vas a la que hay a favor de los palestinos?”, me preguntó un tanto desalentado. Le dije que ya no voy a manifestaciones. Me miró con cierta extrañeza, tal vez pensando que un periodista debe estar siempre al tanto de lo que pasa en la calle y, sobre todo, tenía que interesarme por los conflictos que hay en España y en el mundo. Creo que lo desilusioné un poco y que se fue pensando: Pues vaya mierda de periodista. Puede que lleve razón el vecino. Tal vez sea por la edad o por la desilusión que acarrea la misma vida. Ahora, además de no ir a las manifestaciones, casi nunca entro en las conversaciones en las que se habla de política. Me aburren mucho. Tampoco veo lo telediarios. Además, me asustan las multitudes y desconfío de los que agitan banderas. Eso sí, a la paella le puse por encima unas tiras de pimientos rojos que contrastaban muy bien con el amarillo del arroz para simular la bandera de España. Que luego no digan.
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