Osel o la libertad

27 de agosto 2024 - 03:06

Le perdimos la pista al lama granadino, Tenzin Osel Hita Torres, desde que decidió rebelarse contra todos para ser tan solo un ser humano más. Pero reaparece en entrevistas ya como un simple padre feliz de una hija. Atrás dejó la Alpujarra, el Tíbet y muchas cosas más. Sorprendente itinerario el de este niño de las Alpujarras designado como la reencarnación del lama Yese, santo varón que había emprendido la difusión del budismo tibetano en occidente. Nada mejor que un occidental para continuar su legado. Pero el niño creció y finalmente dejando el convento en el Tibet para vivir la libertad de sentir y actuar con esa maravillosa posibilidad de acertar o equivocarse.

Este espíritu tan fieramente humano mal casó con los rigores de una teocracia tibetana donde el determinismo espiritual dispuso que este paisano tenía sí o sí que ser lama cuyo espíritu se va reencarnando de generación en generación sin preguntar para nada su parecer al sujeto agraciado.

Ni discotecas ni playas nudistas. Ni comer carne hasta no poder más o beber todo lo que el cuerpo aguante. Ni enloquecer de amor por una mirada a la que querer darle el mundo sin más mañana que el aquí y ahora como medida de la eternidad. Toda esa variedad de las pasiones se le escatimó en la educacion a este hombre cuando era niño al ser internado en un convento con otros niños que como él eran reencarnaciones contrastadas de hombres de fe y como tales eran formados para ayudar a otros a alcanzar el bien de la iluminación.

Se le privó de todo ese recorrido por los apegos al mundano impulso de querer tener o poseer para, quizás y una vez experimentado el corto recorrido por lo terrenal, quizás madurar y darlo al olvido ya incorporado como experiencia tangible.

El lama libérrimo decidió romper con todo y ser un ser humano más y bajarse del pedestal y de esa distancia del semejante que nos venera sí pero en la distancia.

Este recorrido de la altura al llano fue el que hizo Osel y parece que hoy ya puede contarlo como algo meditado, tal vez como una gran enseñanza para tantos que se perdieron sin saberlo, sólo por obediencia y sin saber siquiera a qué renunciaban, quitando todo valor a semejante desprendimiento fútil por ignorante de que ese mundo del que a veces huimos también tienen grandes e irrenunciables lecciones con las que iluminarnos.

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