Érase una vez
Agustín Martínez
Presupuestos?‘destroyer’ para Granada
Lo sabía. Hace algunos días lo escuche en la voz de un sociólogo a quien el altavoz de internet y Facebook le proporciona un ego superlativo, en la creencia que, además de él, alguno de su familia lo leerá: “De padres idiotas, niños imbéciles y desestructurados”. Una más. Una forma de llamar torpemente la atención con términos peyorativos que ni reflejan ni analizan la complejidad de las dinámicas familiares. Por eso, bien merece la pena dibujar en cuatro líneas ese proceso, repito, complejo, de la crianza de un hijo.
Un proceso, donde las condiciones de vida, el acceso a recursos y las presiones sociales afectan significativamente las estrategias de crianza. Un proceso, donde la historia personal de los padres, sus experiencias infantiles, sus traumas y propios modelos educativos influyen en la forma de interactuar con sus hijos. Un proceso donde median las características individuales del niño, su temperamento, sus necesidades especiales.
Quizá en lugar de etiquetar a los padres como “idiotas”, hubiera sido más productivo explorar las razones subyacentes a las dificultades que enfrentan algunas familias. Desde la falta de apoyo social, a la incidencia de algunos problemas de salud mental como la depresión o la ansiedad, pasando por el estrés laboral o económico, los conflictos de pareja, o incluso, porqué no reflejarlo, la falta de habilidades parentales.
Quizá también en lugar de hablar de niños imbéciles, podríamos proponer algunas alternativas a esa manía de etiquetar todo. Desde la propia empatía, o el convencimiento de que debemos comprender las circunstancias y dificultades que enfrentan los padres en una sociedad tan difícil y complicada como la actual. O la necesidad de ofrecer apoyo emocional y práctico a las familias con mayores necesidades que, en multitud de ocasiones, no pasan por ser las exclusivamente económicas.
Es necesario educar a los padres. Proporcionarles información y recursos sobre el desarrollo infantil. Implementar programas de prevención que fortalezcan a las familias y promuevan el bienestar infantil. Si en lugar de centrarnos en acusar a los padres de sus carencias y múltiples deficiencias, desarrolláramos un trabajo común bajo el concurso de todos, estoy convencido que crearíamos comunidades más solidarias en entornos que promueven y avanzan de manera decidida para lograr el bienestar nuestra infancia.
Y quizá lo de idiotas e imbéciles quedaría solo como lugar y refugio donde encasillar algunos sociólogos de pacotilla…
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