El palacio de La Calahorra

No tengan duda de que, lo verdaderamente interesante, no es el castillo, la fortaleza, sino el impresionante palacio renacentista que alberga en su interior. El castillo de La Calahorra, al norte de la ciudad episcopal de Guadix –camino de Murcia, pero aún en la provincia y reino de Granada– se recorta, imperioso y soberbio, sobre un montículo que domina la extensísima llanura de El Cenete, tierras difíciles que llevan milenios suspirando por el agua y duras, por ello, para labrar el grano que allí se siembra y que con dificultad crece, pese los desérticos pedregales y junto a los fibrosos espartos. El alcázar, solitario en medio de una especie de nada geográfica, se yergue sobre las tierras que le rodean, acompañado hoy día y desde la base de la breve loma y peana, por el pueblo del mismo nombre –La Calahorra– que nació a la sombra de aquellos altivos y redondos torreones, entonces y hoy merma su población en huida –o espantada– de jóvenes que, con todo derecho, anhelan su propia vida en otros lugares, lejanos lugares que les ofrecen un futuro más esperanzador, que este otro que aquí dejan, pedregoso, a los cuatro vientos de la cruel veleta de la incertidumbre y de los cambiantes caminos de serpientes y huidizos lagartos.

Este palacio de La Calahorra, con aspecto exterior de castillo medieval, fue construido por expreso deseo y mandato del segundo de los hijos que el poderoso cardenal don Pedro González de Mendoza se entretuvo en engendrar en el vientre y el corazón amante de una bella dama viuda, de entre las que servían a la princesa Juana de Portugal –esposa de Enrique IV de Castilla, El Impotente– llamada doña Mencía de Castro. Fue llamado este hijo cardenalicio don Rodrigo de Vivar y Mendoza, marqués del Zenete, quien fuera poderoso caballero en el reinado de los Reyes Católicos.

A este palacio fortificado que los Mendoza construyeron en el reino de Granada se le llamó, desde siempre, La Calahorra. Muy seguramente en recuerdo de la que fuera primera sede episcopal que ocupó el purpurado padre del constructor, que fue la ciudad catedralicia del mismo nombre, en la provincia de Logroño, actual comunidad autónoma de La Rioja.

En estas calendas, la Diputación Provincial que preside quien antes fuera alcalde de Alhendín, Francis Rodríguez Guerrero, ha tenido el acierto de adquirir el monumento del que hablamos, primer palacio renacentista construido fuera de Italia, pero con mármoles italianos de Carrara, labrados allí y transportados a Granada piedra a piedra. Un monumento de impresionante y canónica belleza e impregnado de apasionantes leyendas. Yo creo que, bien usado, podrá ser un importante motor de futuro para aquellas despobladas geografías ¿O no?

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