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David Fernández
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Anoche se jugó en el estadio de la Cartuja de Sevilla la final de la Copa del Rey, antes del Generalísimo, o de la República o de Alfonso XIII, así que podemos dejarlo simplemente en un partido en el que el ganador se lleva un título y el que sale derrotado aquello de ser subcampeón, perderse en la memoria de los tiempos y ser recordado solo por los eruditos del deporte en cuestión y por los aficionados del equipo que suspirarán por la oportunidad perdida.
En lo deportivo desconozco el equipo que habrá recibido el trofeo de manos del Rey, Felipe VI, escribo estas líneas antes del partido, pero al menos podría afirmar que al sonar el himno nacional no hubo que subir la megafonía del estadio para disimular la pitada que las aficiones le dedicaron a los símbolos de la nación. A resultas que el partido se juega para dar un título fundado por esa institución y que permite competir en Europa representando precisamente a nuestro país. Recordarán otras muchas ‘finales’ en las que las aficiones de los dos equipos competían no solo por el título deportivo, sino además por silbar con mayor fuerza al himno y lo que representa.
Signo y señal inequívoca de la pacificación de Cataluña, mérito de la amnistía al cobarde huido que ya abandona Waterloo y se acerca a la frontera del Estado dice oprimirle, es que en la final no está el equipo que se llama ser más que un club y cuyos líderes no ocultan que aspiran a ser independientes pero dentro de la liga española. Es una lástima no poder ver en la Cartuja sevillana a los representantes políticos de aquella tierra pacificada por el esfuerzo de Sánchez, Bolaños y la hooligan ministra Montero. Eso sí, podremos ver al presidente de la otra comunidad que en otros momentos dijo querer ser independiente pero que ha visto le va mejor con quedarse con sus cuartos y darle calderilla al resto del Estado. Con España no nos va tan mal, dirán seguramente, y como en Euskadi son muy tolerantes, esta vez han dicho que no van a silbar al himno y que la afición bilbaína es muy educada.
Resulta que ir a un partido de futbol es ser educado y más importante que asistir a actos institucionales o reunirse con el Rey cuando se decide el gobierno del Estado. Claro que en esos actos no se pueden llevar nada a sus bolsillos pero en el partido de anoche iban de favoritos y hasta puede que ganaran. Vale.
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