
El río de la vida
Andrés Cárdenas
La lectura soluciona frustraciones
Quousque tandem
La razón de que nuestra Semana Santa prime la celebración de la Pasión y Muerte de Cristo sobre Su gloriosa Resurrección es consecuencia histórica de la Contrarreforma de cuya poderosa semilla germinaron los desfiles procesionales y las mismas cofradías que hoy conocemos. La profunda renovación del catolicismo que nace de Trento abogó por una espiritualidad centrada en la vida piadosa y devocional. La exaltación religiosa es la manifestación pública y orgullosa de la catolicidad, amén de un instrumento catequético de primera magnitud que encarnan las cofradías denominadas de penitencia y sangre.
El Barroco fue el arma artística de que se valieron los tiempos para reflejar en la torturada y exultante belleza de sus obras el dolor, el sufrimiento y las pasiones, en contraposición con los etéreos ideales humanos del Renacimiento. Dejamos de mirar al Hombre para volver la vista a Dios. El Barroco se dirige al alma como una saeta al corazón, buscando despertar emociones intensas en quien contempla a Jesús crucificado. Enfatiza los gestos enérgicos y exuberantes, compone el conjunto jugando con la asimetría y el contraste y busca los efectos dramáticos gracias al detalle minucioso, a la poderosa fuerza del claroscuro y a los recursos poéticos de las imágenes que se identifican más con el misticismo, la piedad y el dolor que con la alegría.
Nuestra Semana Santa es fe y devoción, simbolismo, historia, teatralidad y misterio. Pero también, y no puede ser de otro modo, es y ha de ser, una metáfora viva de la victoria de la vida sobre la muerte, de la salvación sobre el pecado y de la eterna lucha moral entre el bien y el mal. Es curioso pensar que durante mucho tiempo era el Santo Entierro quien cerraba los desfiles procesionales, obviando casi la Resurrección. ¿Y qué es la Resurrección sino el Triunfo de Jesús sobre la muerte? Jesús es la Resurrección y la Vida. La vida es el más hermoso don que Dios nos concede y debemos celebrarla. El intenso dolor de Su Pasión y Muerte; revivir al Cristo doliente que asume Su Crucifixión para nuestra salvación, son una experiencia mística y catártica que nos debe preparar para su luminosa Resurrección, clave de bóveda del Cristianismo y puerta abierta a un mundo y a una vida nuevos. Dios, que es Padre Amantísimo, siempre está con nosotros: nos abraza en las lágrimas y comparte las alegrías. Alegrémonos pues en su Resurrección. Dios siempre está en las sonrisas.
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