La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Palabra en el tiempo
LA Consejería de Cultura ha sido razonable y ayer tarde retiró su proyecto de confinar el Patronato de la Alhambra y el Generalife en una agencia tutti frutti con sede en Sevilla. Paulino Plata reculó cuando la rebelión popular ya había tomado posiciones en las redes sociales y en las instituciones ya se afilaban los cuchillos. Se mordió el orgullo y se desdijo. Diluir la Alhambra en una agencia pública era un error político. Un error porque durante 25 años el sistema de gestión ha funcionado a la perfección y garantizado la autonomía del monumento por encima de ilegítimas pretensiones políticas. Y un error porque ni el presidente de la Junta ni el consejero de Cultura llegaron a explicar nunca la finalidad de ese terremoto. Es más, si damos crédito a las palabras de Paulino Plata, la integración en la agencia sólo habría servido, como diría don Fabrizio Corbera, el personaje de El Gatopardo, para que en la Alhambra todo siguiera igual. Esa aparente inocuidad resultaba muy sospechosa pues de lo único que teníamos certeza es que las modificación orgánica obedecía a un plan de reducción del déficit de la Administración andaluza. De ahorro, vamos.
La incitativa se frena cuando el alcalde, Torres Hurtado, ya preparaba una ofensiva basada en la explotación del sentimiento localista y del complejo de inferioridad granadino. Ayer mismo el alcalde planteó que se disolviera el patronato en su composición actual y la Junta regalara la gestión del monumento " a la ciudad", eufemismo para no decir "al PP". Con el pretexto del supuesto robo sentimental ("nosotros o Sevilla") propuso que la gestión de la Alhambra pasara al Ayuntamiento. ¡Los dioses nos libren!
Es bueno tener memoria. Desde que el Estado transfirió en 1985 las competencias a la Junta de Andalucía, la Alhambra ha soportado con firmeza furiosas embestidas políticas para que la gestión regresara a Madrid o recayera en el Ayuntamiento. Con el pretexto de "la Alhambra para Granada" el Partido Popular puso en marcha un agresiva batalla judicial durante el mandato de José María Aznar para hurtar la gestión a la comunidad autónoma y devolverla al Gobierno central y, a continuación, ceder el monumento a un ayuntamiento de la misma cuerda política.
Si el asalto hubiera dado frutos, hoy la colina de la Alhambra estaría surcada por escaleras mecánicas y tranvías, y los funiculares cruzarían el espacio aéreo. La alcazaba serviría de pantalla para un hortera juego de luz y sonido y Jesús del Valle habría sido horadado por las máquinas para construir la circunvalación este que propuso Luis Gerardo García-Royo. El sentimentalismo es siempre una buena coartada para esconder oscuras intenciones.
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