Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
En los 50’, el tifus era endémico en Granada. Lo contraje con 9 años, unas pastillas de cloranfenicol, recién llegadas a las farmacias, me salvaron la vida. Costaban lo que el sueldo mensual de un obrero. ¡Lo que tengo yo con las pastillas desde entonces! Un profesor católico de Valencia parece que se las receta a sus alumnos para curarles la homosexualidad y para que “sientan la necesidad de salir al encuentro de la mujer”. Es una pena que todavía no vendan en las farmacias píldoras para que los heterobásicos, como el que escribe, no sintamos la imperiosa necesidad de salir al encuentro de la mujer. Esta dependencia tan grande nos afecta a muchos hombres de por vida. Yo lo he intentado todo, incluso apostatar del heteropatriarcado. ¿Pero dónde se apostata? Los católicos apostatan en el obispado, para un macho alfa la cosa no es tan fácil. Me bautizaron mis padres, y en mis épocas de rebeldía extrema, pensé apostatar del catolicismo. Pero, ¿cómo? Por mi familia, mi formación y mis estudios soy profundamente cristiano. Quizá le he cerrado la puerta a su Dios para que no fisgonee en mis pensamientos ni me sorprenda mirando a una mujer con deseo ni se entrometa en mis tratos con Onán. No creo en un Dios pegado a ti todo el día como un sello. Pero todavía, al levantarme, digo como mi tita María: “Buenos días nos de Dios y parte en su gloria eterna, amen”. Soy un ente litúrgico, y eso no me lo quito del cuerpo ni con un estropajo. El Instituto de la mujer, aparte de repartir, a modo de estancos, Puntos violeta entre las adictas, debería abrir una oficina, o una simple aplicación online, donde borrarse del patriarcado. Con la ayuda de la IA, pronto habrá pastillas para todo: una pastilla para curar la sed de sangre y dominio de Putin, de Hamás, de Netanyahu, de los mafiosos, de los asesinos de mujeres, del capa cobardes de Trump. De los mentirosos compulsivos, de los chulos. De los liberticidas cerveceros. De los propagadores del espanto. De los del ‘todo para mí’. Pastillas para el cuelgue del poder de Sánchez y Puigdemont. Para los jinetes del desierto cultural, deseosos de arrasar con todo y con todos. Si se puede curar un homosexual con pastillas, ¿por qué no se va poder hacer lo mismo con el que manda bombardear un colegio, un hospital o un campamento de refugiados? Todo es ponerse.
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