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Rafael Sánchez Saus
Maestro de maestros
La ciudad y los días
Nuevo puntapié a la literatura en la educación de los adolescentes en Catalunya. Las materias se convierten en optativas para los alumnos del bachillerato de humanidades” titula Carina Farreras su artículo en La Vanguardia: “Mientras se ensalza la importancia de la lectura como antídoto a las consecuencias de un entorno altamente tecnológico en una sociedad en la que prima lo inmediato, la simplificación de conceptos, la individualidad, la falta de comprensión sobre la complejidad de la realidad y sobre el género humano, la administración educativa rebaja la importancia de la literatura”. Se puede aplicar los planes de estudio de toda España.
Volvía a ver el otro día Fahrenheit 451 de Truffaut, tan llena de errores (sobre todo de vestuario y ambientación) como de aciertos (el final en el refugio de los hombres libro en el bosque sigue siendo emocionante, la partitura de Bernard Herrmann sigue siendo extraordinaria y Julie Christie es Julie Christie). Si lo que se está haciendo en la educación con las humanidades en general y la literatura o la filosofía en particular fuera fruto de una política de Estado que, como en la novela de Bradbury y la película de Truffaut, prohibiera los libros porque solo generan infelicidad e individualismo la cosa sería más fácil. El enemigo tendría rostro. Lo malo es que los responsables son los pedagogos que se tienen por democráticos y progresistas, no una dictadura que ordene quemar los libros, quienes lo están haciendo tontería a tontería, simplificación a simplificación, imbecilidad a imbecilidad y novelería a novelería (en su primera y tercera acepción de “afición o inclinación a novedades” y “novedad superficial”, no por supuesto en la segunda de “afición o inclinación a fábulas, fantasías o novelas”, que es la que molesta a las autoridades y bomberos quemadores de libros de la novela y la película).
Lo que se está haciendo representa –escribe Carina Farreras– “la constatación de la pérdida de importancia de las humanidades en la educación para una administración que lo que buscaba, con el cambio de la ley, era rebajar el academicismo, estimular la curiosidad y el pensamiento crítico de los adolescentes”. Cosas que solo pueden ser estimuladas por los libros. Y más en un entorno tan altamente tecnológico en el que todo invita a no reflexionar, no sentir en profundidad y desistir del pensamiento crítico independiente.
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